Disculpe usted es el que se sabe el cuento del pirata con sombrero de copa ?
¿El cuento del qué? Ha sí, claro, pero déjeme aclararle que no se trata de ningún cuento, es una historia verdadera, auténtica; mi abuelo lo conoció personalmente aquí, en esta misma taberna... mi abuelo que en gloria esté decía que... pero mire joven caballero no se trata, se lo juro de... cobrarle el servicio, mas mi vaso está seco... y... si usted quisiera hacerme el gran favor de... gracias caballero, se ve que sabe reconocer la esencia de la verdad de la historia, no como algunos...
Salud ruidosos compañeros, salud por el cultivo de la ignorancia, el más extendido y popular de los cultivos de la humanidad... más que el del trigo la remolacha... o la vid...Salud joven amigo, ínclito buscador de la verdad, pero siéntese, siéntese aquí junto mi, tenga la gentileza de ordenar que los vasos sean llenados cada vez que sea menester y dispóngase a escuchar la verdadera historia de un real y verdadero pirata... entre otras muchas cosas...
Era, por decirlo así, un tipo raro y aquí en ésta taberna de mis pecados... quizá en la misma mesa en que estamos departiendo ahora, solía beber algún vaso de vino, convite de buscadores de historias... Tal como yo bebo el mío gracias su generosidad e interés por los hechos del pasado....
Pero como le decía, era un sujeto raro, muy raro; estrambótico, contradictorio y... mucho más mentiroso que yo, en fin, uno trata, pero el sí era un verdadero profesional, según mi abuelo, el tipo era de ascendencia judía y fenicia, fue el cuarto de los doce hijos de un jeque del desierto que se decía descendiente directo de Mahoma en séptimo grado, o guardaba parentesco con alguien importante de alguna de las doce tribus de Israel, de las que nunca fueron encontradas, el caso es que en su larguísimo nombre lo mismo se podía usted topar con Jeová, Salomón o Mahoma, por no citar otros pilares importantes de diversas religiones de esas latitudes... Pudo ser un beduino emigrado del Indostán, bueno el caso es que recorría el desierto traficando honradamente con todo tipo de bienes y males en Estambúl, Samarcanda, El Cairo y todo el medio oriente, sus oasis y dunas...
Por razones poco claras, un día tuvieron que salir más que de prisa de aquellos lares, en esa casi fuga se podría entrever contrabando prohibido, tráfico de drogas no permitidas, trata de blancas y de negras, o un poco de todo... el caso es que la familia en cuestión se vio forzada abandonar casa propiedades y camellos de manera abrupta, tanto que se embarcaron con lo puesto, de noche y lejos del puerto...
El viaje se prolongó por meses, mares y océanos, hasta llegar en una noche de tormenta a la costa occidental de los EEUU, muy cerca de San Francisco, y durante uno de los accesos más fuertes de la fiebre del oro en California. Mi abuelo no supo, por lo que yo tampoco, cómo llegaron a establecerse en el seno de una colonia mormona fundamentalista, cuáquera...o algo así, el caso es que los varones se dejaban la barba pero se rasuraban el bigote y la parte frontal de la barbilla, como Abraham Lincoln. Se vestían de negro, se tocaban con un alto sombrero de copa y se pasaban buena parte del tiempo tratando de encontrar los mensajes ocultos en la verdadera Biblia, y el resto en atender algunas necesidades de sus varias consortes...
Nuestro personaje trató, verdaderamente trató de adaptarse a su nueva vida, pero ya sea por atavismos congénitos, o su reciente y prolongado viaje interoceánico, el caso es que se sentía fuertemente atraído por el mar y todo lo que tuviera que ver con embarcaciones, olas, tormentas, piratas y monstruos marinos; soñaba despierto y dormido, se veía al timón de un goleta surcando mares remotos y desafiando los mayores peligros con un sonrisa en los labios...
Y así, soñando, echó perder gran cantidad de quesos y se olvidó de compromisos matrimoniales de la mayor importancia para la comunidad. Hasta que un día, aprovechando un decepción amorosa, rompió con sus múltiples ataduras en tierra y practicando nudos marinos, sin despedirse de nadie, se encaminó hacia el puerto más cercano, a pie y sintiendo algo nuevo en el alma. Mas no todo había de ser felicidad, enfrascado en el intento de un nudo particularmente complejo, fue arrollado por una diligencia conducida por un cochero absolutamente ebrio, acompañado por un ayudante sobrio, pero terriblemente estrábico, que o no lo vio, o quizá vio más de uno... a resultas del accidente le tuvieron que ser amputados el brazo y la pierna izquierdos.
Recuperado de las atrocidades de la cirugía, con un gancho por mano, un sólido garrote de caoba por pierna y una jugosa indemnización, prosiguió su camino, ahora a bordo de una cómoda diligencia tirada por seis caballos, así llegó a la costa, así arribó a la playa de sus sueños y desvelos, desde donde emprendería los viajes más insospechados.
Se hospedó en una hostería que una vez estuvo frente a esta taberna y se dedicó en cuerpo y alma embarcarse en lo que fuera y con cualquier destino, pero con esa traza tan extraña, hablando tanta palabra extranjera, con su sombrero de copa y sin saber prácticamente nada de marinería, no hubo quien se atreviera a subirlo a bordo. Pasaron los meses y los dineros... y acabó como tantos, en las tabernas del puerto, mintiendo e inventando historias para ganarse el vino que le alimentara la imaginación; haga de cuenta como si fuera yo mismo, salvo, claro, que yo no invento historias ni ando mendingando un vaso... yo relato realidades y cuento con la generosidad de personas sabias y desprendidas como usted, mi estimado contertulio... pero prosigamos, comenzó repitiendo lo que había oído de marinos ebrios o simplemente mentirosos, historias a las que cada vez les iba incorporando más y más de su propia cosecha, hasta que dejó de relatar cosas de terceros para pasar a contar las propias: Terroríficas tormentas, luchas a muerte con descomunales fieras del mar, de esas que nunca se dejan ver, aventuras con piratas, los bucaneros y sus tesoros enterrados y vueltos a desenterrar que propiciaba la lucha entre compinches y sus atrocidades... Historias y experiencias en las que él iba tomando cada vez mayor participación. Desde luego nadie le creía un palabra, le invitaban sus vasos par hacerlo contar sus mentiras a sabiendas de que lo eran, pero los divertía y se admiraban de que nunca repitiera ninguna, era capaz de inventar una diferente cada noche.
Así pasaron tiempos y vinos, hasta que un día atracó en puerto un velero pequeño, de estampa muy marinera, con la apariencia de haber navegado todos los mares y arrostrado todas las tormentas, del que descendieron sus dos únicos tripulantes: Un hombre de elevada estatura, expresión soñadora y mirada vivaz, al que seguía con evidente actitud de respeto otro más bajo, sumamente fuerte, con un gesto de aburrimiento insuperable y del que posteriormente se supo que era mudo.
A diferencia de los demás que se reían y hacían mofa de lo que nuestro amigo relataba, el recién llegado mostró el mayor respeto, es más, asentía como confirmando las más descabelladas aseveraciones, y en un momento dado intervino: Poco al principio, pero al paso de la noche y sus jarras pródigas, comenzó a terminar las historias que el otro iniciaba, produciendo, por decirlo así, mentiras a lalimón, ensueños compartidos sin ninguna restricción en las exageraciones, y más bien como contándose las cosas uno al otro y sin tomar en cuenta al cada vez más reducido auditorio que por fin los dejó solos. Así pasaron la noche entera relatándose los más disparatados embustes, infundios que la voluntad del oyente transformaba en historias verídicas y que confirmaba con la mayor vehemencia, sirviendo de testigo o inventando al testigo adecuado para certificar más allá de cualquier duda lo afirmado por el otro... hasta que lograba interrumpir, para a su vez iniciar o continuar su cuento...
El mar, tema sin fin, dio para que ambos hablaran todo el tiempo que pudieron permanecer despiertos, cuando surgió la piratería, nuestro hombre relató a su asombrado oyente las cruentas y atroces circunstancias en que perdió la mitad de sus extremidades y visión... aquella memorable batalla en la que casi solo, con la tripulación barrida por el escorbuto, el velamen maltrecho, grandes vías de agua y la pólvora húmeda... pero eso sí, con un valor a toda prueba y un desprecio absoluto por la vida; después de echar a pique los dos navíos de la escolta, tomó por abordaje al bergantín que tantos tesoros escondía en la entraña, y con sólo la ayuda de cuatro de sus filibusteros acabó con la feroz resistencia que presentaron los ingleses, que eran más de seis docenas y que lucharon a morir, defendiendo más que su vida, su prestigio de dueños invencibles de los siete mares...
Y relató cómo, al regresar su propia embarcación, resbaló en una cubierta bañada en sangre y cayó por la borda... a un mar infestado de tiburones, del que logró salir a flote después de una lucha inaudita con un monstruoso pez martillo, al que finalmente logró dar muerte con sólo sus manos y la mitad de su sable de abordaje, si bien en la trifulca, perdió la pierna, el brazo y el ojo del lado izquierdo ( mismo que a partir de entonces se cubrió con un parche blanco que nunca jamás se volvió a quitar )
...Y así, dándose a comulgar y comulgando ruedas de molino, se embarcaron en el pequeño velero de estampa muy marinera, y siguiendo estelas que sólo ellos eran capaces de rastrear, se perdieron en la inmensidad azul del mar...Todavía, de vez en vez, en la taberna más marina
de algún puerto pequeño y olvidado, se dice haber oído cuentos, cosas de marinos que no serían nada, de no aclararse que fueron relatadas por un extravagante personaje de barba cuáquera, con un reluciente gancho en vez de mano, una robusta pata de palo, un alto sombrero de copa, un parche blanco sobre el ojo izquierdo, y de acuerdo con versiones que mi abuelo escuchó, traía sobre su hombro un pequeño loro verde y parlanchín que sabía pronunciar con claridad: Capitán... Capitán...
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