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Siempre tuvo terror de la guerra y sus consecuencias, especialmente desde que muy a su pesar se vio enrolado, medido, analizado, pertrechado, embarcado, elevado y descendiendo por entre los aires nocturnos y llenos de asechanzas y peligros ignotos; hasta encontrarse así, caminando con gran sigilo, el dedo crispado sobre el gatillo y atisbando a todos lados, en medio de aquel páramo inhóspito.
Algo lo había hecho caminar más rápido que sus compañeros y ahora se encontraba solo. Casi amanecía y los ruidos propios del campo se empezaban a dejar oír. Se irguió y respiró profundamente, pero el tableteo de un arma y el silbido de sus balas lo hizo agacharse más que de prisa y recordarle dónde estaba y qué andaba haciendo: Buscar al enemigo y derrotarlo, por la defensa de la libertad y las democracias, pilares sagrados que fundamentan el mundo libre, blanco, cristiano y occidental... él, con su piel más de chocolate que de leche, sin recordar más de cuatro de los mandamientos de la ley de Dios, y de su occidentalidad, sólo pensaba lo que había escuchado de aquel chino típicamente amarillo y ojirazgado: "...El verdadero Oriente, se encuentra al oriente de mi país; exactamente al otro lado del mundo y es una tierra extraña y exótica, cargada de misterios a cual más indescifrable..." Pero ahí estaba, y para colmo, en medio de una batalla que no podría ganar. Se lo habían explicado poco antes del descenso en paracaídas. Su deber era distraer al enemigo, hacerle creer que ahí se iba a desarrollar la batalla decisiva, mientras el verdadero ejército se dirigía a los verdaderos objetivos para ganar la verdadera guerra. No estaba de acuerdo, no sentía tener madera de héroe y mucho menos en calidad de mártir, es más, ni siquiera sentía una especial aversión por los tales comunistas. Hacía un rato que no escuchaba disparos, vio unos árboles no muy lejos y se dirigió hacia ellos con grandes precauciones, buscando cobijo y tiempo para redondear una idea que le andaba centelleando en la meninge; porque soltarla un tiro así como así a un desconocido como que no era muy... por más comunista que fuera, o peor todavía que se lo tronaran nada más por andar de... Se sentó recargándose en un tronco que olía a brea y diciéndose que si y luego que no, concluyó que tal vez era factible. Volvió a considerar todo el asunto y decidió que si, que antes de matar a alguien o que lo mataran se haría pasar por muerto o herido, hasta que el enemigo lo capturara y pasaría el resto del conflicto en calidad de prisionero de guerra. Se tendió en el suelo y recomido la posición hasta encontrar la más cómoda, estudió el ángulo y la posible trayectoria del proyectil muchas veces, hasta quedar totalmente satisfecho, luego, haciendo acopio de valor y decisión, quitó el seguro y jaló del gatillo. La bala salió unos centímetros más a la izquierda, fue más bien un rozón, un tiro a sedal que no causó mayores daños, si bien el dolor rebasó con mucho sus estimaciones más pesimistas. Poco a poco fue bajando el ardor y dejó de retorcerse, tiró el arma a un lado y se tendió en el lugar escogido con un brazo sobre la frente, lo que le permitiría detectar la llegada del enemigo salvador.
Se sentía un traidor abyecto, un desertor que abandona a sus compañeros en peligro, pero ante la alternativa de matar o morir... ni madre, sería traidor, desertor o lo que fuera necesario. Casi se había dormido cuando escuchó el primer sonido ajeno al campo, pasos sigilosos, abrió los ojos pero no vio nada. Volvió a escuchar ruidos, esta vez más cerca, pero desde atrás, desde sus propias líneas, o sea que da alguna manera, contra todos los pronósticos, las fuerzas de la libertad avanzaban. Retiró un poco el brazo y giró la cabeza para ver mejor... pero interrumpió a la mitad el movimiento, readoptó la posición original y decidiendo que de ninguna manera se reincorporaría a sus propias fuerzas, cerró los ojos otra vez.
- II -
"... ése se movió... me cái que sí... se dijo el recién llegado, atisbando por entre el ramaje...- P'a su madre... si es da los míos - profirió con voz muy baja y acercándose hasta quedar casi encima del " muerto "... - qué se va a mover, con tamaño agujero... nadie queda bien con un... aunque, viéndolo bien... parece que respira... pobre güey, se va a morir de a poquito en poquito y yo sin poder ayudarle en nada... si no anduviera desertando... pero, no lo puedo dejar así como así, le tengo que hacer aunque sea el último favor...- "
Y lamentándose por la suerte del caído, apuntó a la cabeza y le dejó ir un tiro cuyo eco repercutió largamente por las laderas vecinas...

Texto agregado el 18-05-2005, y leído por 85 visitantes. (0 votos)


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