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Un poco de reojo y en medio de dos féminas, vio su cara retratada en una revista barata: SENSACIONALES DE LAS LUCHAS, o algo así. Sin pensarlo la compró y se puso a leerla: era él, los mismos ojos, el lunar en forma de media luna en la mejilla derecha, el mismo gesto como de meditación. Le dio mucha risa, sobre todo al ver las aventuras erótico - deportivas en las que lo había metido el argumentista. No se lo contó a nadie quizá por pena.
Tiempo después, en el mismo puesto de revistas se volvió a encontrar, esta vez en fotografías, ahora en CASOS DE ALARMA, era él, y era el personaje central, no había duda, se podía ver como en un espejo... La historia era tan truculenta como se podía esperar y culminaba con su propio asesinato. Esta vez no le dio risa, le dio miedo, pero tampoco se lo contó a nadie.
La revista relataba parte de su pasado, era desconcertante, hablaba de asuntos muy personales y que nunca había comentado con nadie. Después, el relato pormenorizado de lo que le esperaba en el futuro inmediato. Lo leyó una y otra vez sin entender ni un poco de nada. Le producía una mezcla de asombro y terror a partes iguales, pidió otra cuba.
La trama era simple: Conocería a una mujer de pocos encantos aunque de aspecto muy sensual, casada y con marido celoso. Como toda buena esposa, siempre fiel y esperándolo. Hasta una noche que llegó oliendo a algo perfectamente femenino y ajeno, primero lo negó, luego se hizo el ofendido, empezó por gritarle y acabó golpeándola, no muy fuerte, es cierto, pero fue la primera vez y ella decidió que sería la última. Abandonó el hogar temerosa pero resuelta, no permitiría que se repitiera aquello, así tuviera que vivir sola, aunque salió con la esperanza de encontrar a alguien que.
Se conocerían cuando él saliera de una cantina, se verían intensamente, una sonrisa, unas palabras, después la confidencia de las comunes penas, la fusión de soledades, el consuelo mutuo, y... lo que tendría que seguir forzosamente de manera natural, horizontal y satisfactoria. Las noches de placer que dos o tres veces por semana prolongaban hasta casi el amanecer en ese motel de medio pelo. Hasta que una madrugada llega el marido rompiendo la puerta, los acribilla a balazos y después se suicida. Eso era todo, se vio a sí mismo tirado sobre la cama en una posición desagradable y obscena, con los ojos semi-cerrados sin ver a nadie ni a nada, pidió otra cuba.
Recordó la revista de las luchas, le afloró una sonrisa que desapareció muy rápido al recordar las coincidencias. Masticó un diente de ajo casi sin notarlo, se comió un taco de barbacoa y dio un largo trago a su bebida. Al terminar con la cuba, cuando los hielos chocaron con sus dientes decidió que no había nada que temer, que sólo se trataba de una gigantesca y muy curiosa coincidencia, no podía ser otra cosa. Pidió la cuenta y volteó a ver a sus vecinos, pero nadie pareció mirarlo, casi todos reían, hablaban fuerte y cada quien andaba en lo suyo, la visión lo reconfortó.
Salió a la luz de la tarde, volteó a la izquierda y sus ojos se encontraron con los de una mujer un poco desaliñada, aunque de aspecto muy sensual...

Texto agregado el 18-05-2005, y leído por 97 visitantes. (0 votos)


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