Llueve la mañana su nostalgia cutánea.
Mis brazos se van por la ventana buscando abrazar algo distante.
Gotea y gotea este cierre sin cuerpo, este antojo sereno, esta sal de antaño.
Huelo las hojas de mi diario ramario. Busco hallar algún indicio, algún vestigio.
Detrás de la montaña las brujas visten de blanco, hacia allá van mis brazos.
Como ebrio de sonido me dirijo al umbral del continente vedado. Inconsciente.
Detrás de aquella puerta manuscrita en la pared, duermen niños olvidados.
Nadie quiere escuchar el llamado. Suena la campana de la verdad oculta. ¿Escuchas?
Despierta.
Introduce los ojos en un vaso de agua. Recorre el paisaje bajo su lupa inconstante.
En puntas de pie teje tu cuerpo. Buscate la espalda, el pie, la nada.
Es tiempo de abandonar el molde vinílico de un sueño programado.
Volver a la membrana. Al filamento perdido del sol. Al fondo del mar.