Con cada paso que doy hacia el punto penal, los fantasmas del fracaso histórico de nuestro equipo, aumentan a mi lado. Si hasta los puedo ver. Claro que hago como si estuviera hablando solo, como si me estuviera dando ánimo.
-¡Tíralo para afuera y todo va a seguir igual!- me dice uno de estos invitados no gratos.
Yo hago como si no los oyera y miro fijamente al arquero, quien está tan nervioso como yo, claro que su situación, y la de sus compañeros, es totalmente distinta. Para ellos es una final más, sería una copa más en su estantería. A diferencia de nosotros, quienes de ganar esta, de acertar yo este penal, deberíamos comprar un mueble para ubicar el trofeo, nuestro primer trofeo.
-¡Pégale fuerte!- me dijo otro
El entrenador hace una cantidad infinita de gestos con las manos, de los cuales no logro descifrar ni uno. Desde afuera es fácil dar instrucciones, lo complicado es estar acá dentro, cargando estas cadenas de la derrota eterna. Caminando con fantasmas al lado, que me dicen que nunca cambiaré la historia, mientras todo el público silva y grita groserías que me ayudan a recordar en donde estoy.
Mis manos están frías de manera inhumana, y el árbitro pita para que apure mi marcha fúnebre. ¡Si supieras el peso que llevo! ¡Cargo décadas de fracasos sobre mis hombros! ¡Miles y miles de fantasmas no quieren cambiar la historia! Cierro los ojos por un instante y pienso en dar la vuelta, pero es más lógico quedarme parado a esperar una señal.
No sé si espero una cuota de ánimo, o un poco de valor para dar media vuelta y devolverme al círculo central. No pienso por un momento y antes de abrir los ojos, y escuchar el pitazo, un frío me recorre el cuerpo de cabeza hasta las cadenas. El equipo contrario pasa corriendo por mi lado para felicitar al arquero quien se ha convertido en héroe. Nadie nota que aún no he pateado el penal. Que mi marcha hacia el encuentro con mi destino no ha terminado. Que los fantasmas a mi lado ríen y parecen estar más vivos que nunca. Nadie percibe el olor a muerte que invade el aire. Definitivamente nadie quiere que los fantasmas del fracaso ronden en su cancha.
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