La abuelita Mercedes voló de palo a palo y atrapó el balón con sus manos atenazadas. No contenta con eso, más tarde recibió una pelota en media cancha y se fue gambeteando con una maestría que ya se la hubiese querido el propio Maradona. Sus menguadas piernecitas esquivaron los más terribles embates de esas moles musculosas que en su intento por detener a la anciana, arañaron el pasto y se encontraron con el vacío. Ya con todos los rivales en el camino, la frágil damisela se enfrentó al guardavallas, hizo un amague hacia la izquierda y hacia allá se arrojó el portero en procura del balón. Pero doña Mercedes enganchó y viró con elegancia hacia la derecha y con el arco a su total disposición pudo haber rematado furibundamente contra esas redes mansas y luego correr desaforada hacia las tribunas para recibir los agasajos de sus compañeros. Pero, preciosista como era la vetusta señora, se llevó al trotecito el redondo balón, cruzó la línea de gol y transpuesta la frontera de la gloria, saludó con gesto taurino a los fanáticos que la ovacionaban.
Lo cierto es que la abuelita Mercedes Labra, fue un hallazgo de los dirigentes, quienes, buscando nuevos valores en los eriales arrabaleros, de toparon a boca de jarro con esta viejecita que mostraba tan grandes condiciones, alternando con muchachotes que la doblaban en envergadura física, algo realmente increíble dados sus setenta y ocho años. Nicanor Mardones le ofreció de inmediato la titularidad en el primer equipo del Galaxia Juniors y un sueldo mensual de tres millones de pesos. La ancianita casi se desmayó al escuchar esta cifra, ya que lavando y planchando ropa ajena, apenas alcanzaba a reunir unas miserables monedas para ayudar a mantener su humilde hogar. Nicasio Cañas, su marido, no podía creer lo que escuchaba y seguramente pensó que era otra trastada de su mente abotagada por el alcohol.
-Viejo, aquí el caballero me quiere contratar para que juegue por el Galaxia Juniors.
-¿Queeeeeeeeeeeee? Va a ser un gran honor para ti lavar las camisetas de tan prestigioso equipo, pus viejita.
-Jugar, viejo, jugar, no lavar.
La bocota desdentada del viejo se abrió para desgranar una carcajada burlesca.
-¿¿Tu jugando por ese importante equipo?? ¡Ay! ¡Ay! No me hagas reír tanto que me voy a mear, con el debido respeto que se merecen estos caballeros.
La prensa, las radioemisoras y la televisión asediaron la humilde choza de los ancianos, buscando retratar a la nueva figura del poderoso equipo campeón y escuchar sus prístinas declaraciones Pero todo fue en vano ya que Mercedita y su marido fueron sacados subrepticiamente de aquellos muladares y llevados en un lujoso coche a un hotel cinco estrellas mientras se alhajaba la magnífica vivienda que les sería entregada como pago por la firma del contrato.
La ancianita respondía en todos los puestos con la misma eficiencia y tan pronto estaba al arco deteniendo los cañonazos de los rivales o dirigiendo el equipo en el medio terreno. Pero todo su talento se desplegaba cuando estaba próxima a los tres palos rivales ya que sin importar la distancia, se mandaba unos remates que indefectiblemente se convertían en ovacionados goles.
Y allí se aparecía la Mechita, como la rebautizó la prensa, para hablar de su vida, de sus desilusiones amorosas y de sus aficiones. Su fama trascendió las fronteras ya que integró la selección nacional de su país. Importantes clubes de España, Italia e Inglaterra quisieron enrolarla en sus filas y la danza de millones estimuló la ambición de los dirigentes del Galaxia Juniors, quienes, finalmente vendieron su pase al Real Madrid en la astronómica suma de ¡¡Ochenta millones de dólares!!
Por supuesto que esta particular historia prendió fuerte en el alma nacional, especialmente en el de las ancianas, quienes desoxidaron sus canillas y se aventuraron a colocarse bombachas y probar suerte en las canchas de sus respectivas comunas. Algunas sufrieron terribles fracturas, otras terminaron en el hospital pero muchas lograron descollar en los pastos profesionales. Esto fue un acicate para que los empresarios dirigieran su mirada a los clubes de la tercera edad, hogares y asilos de ancianos, enrolando a varias de ellas, las que luego pasaron a ser glorias del fútbol nacional.
Hoy por hoy, el fútbol es un deporte de abuelas y son sus nietos quienes las alientan desde las tribunas o contemplan sus destrezas por las pantallas de televisión mientras con mano diestra aplanchan la ropa de su casa. Gracias a Mercedita o Mechita para la hinchada, este deporte reverdeció y la gente regresó inflamada de pasión para llenar una vez más los tablones…
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