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Las cucarachas rondaban la habitación, apartándose un poco de la terrible presencia de las lagartijas. Ratas, hormigas, gusanos, moscas y otros bichos, hacían su aparición en aquel lugar.

Pero a ellos no les importaba.

Ella, tumbada en un rincón de la habitación, inerte, pálida y fría, con los mismos harapos de hace 5 días: Aquella blusita de tiritas rojas supremamente ajustada, y el pantalón del mismo color que se había comprado en una promoción hace ya algunos meses, con la intención, por aquel entonces, de conquistar al que ahora era su novio, su amante y su verdugo.

El, en el extremo del lugar, con sus pensamientos retraídos, pero mirando detenidamente aquella figura que ya había recorrido tantas veces, que le había producido tantos placeres y satisfacciones que ninguna otra lo había hecho sentir, en sus muchos años de vida.

Ella era su "mujercita", que acariciaba con su piel ya marchita aquel suelo tosco y frío, que no le hacia honor a aquel cuerpo, que en algún tiempo fue tan codiciado no solo por él, también por tantos otros…

Él la observaba detalladamente: desde la punta de sus cabellos rubios, hasta la raíz castaño-oscura del mismo; desde las uñas de los pies pintadas con rojo carmesí, pasando luego por sus piernas, maltratadas un poco por las pasadas constantes de la afeitadora; Subiendo un poco más, estaba su pelvis, tantas veces penetrada física e imaginariamente por él; también estaba su vientre, que algunos días atrás había sido perfecto, pero que ahora aquellas profundas cortadas hacían que su simetría hubiese sido un lejano pero hermoso recuerdo; Sus pechos, que habían sido grandes, hermosos y redondos, ahora habían perdido su belleza y eran victimas de la gravedad; sus hombros, su cuello, su rostro, ese rostro que él había adorado desde el primer día en que la vio, con aquel cutis casi perfecto, a no ser por aquella cicatriz de un barro mal cuidado; Su lunar oscuro, cerca de la comisura de los labios, de esos labios gruesos y carnosos que siempre le gustaba besar.

Toda ella, todo ese cuerpo, había sido suyo, todos sus movimientos de actividad diaria, de éxtasis y de huida. Ahora sólo le quedaba mirarla, mirarla hasta que los vecinos llamaran a la policía, motivados por el olor a fétido que ya debía de haber invadido el barrio, mirarla hasta que él mismo no aguantase el aroma, o simplemente hasta que su corazón destrozado por el engaño, su cerebro maltratado por pensamientos, deseos y negaciones, dejara de funcionar, y él muriera al igual que ella y con ella, pero con la tranquilidad de que la tuvo, en todo el sentido de la palabra, con la tranquilidad de que recorrió con sus manos, cuerpo y ojos, cada espacio, dimensión y partícula del cuerpo de la mujer que deseó y amó, con la tranquilidad de haberla poseído, y de haber sido su dueño.

Texto agregado el 18-05-2005, y leído por 149 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
20-11-2006 buenisimo...muy bueno... nefertiti_17
11-11-2006 BUENO, BUENO, BUENO, MUY BUENO. ME GUSTÓ MUCHO LA CONCRECIÓN Y SENCILLEZ DEL CUENTO, LO QUE NO LE QUITA TENSIÓN. CHÉVERE NENA. DAKURYU
19-05-2005 Marvelous. Congratulations, Sanpat, You're a great storyteller (or writer, whatever)... Ja ja, en serio, muy bueno tu escrito, ya era hora de que lo publicaras. Saludos amistosos de elfonso-el-tosco
18-05-2005 el tema es conocido.y por consiguiente el final; la descripcion sencilla y fria;no obstante es leible. tenes mas de este tipo? surenio
 
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