EGLE.
Alcancé a ver como se alejaba en medio de la niebla de mis ojos aún apergaminados por el súbito despertar. Su ausencia brusca de la cama motivó que sintiera el momento de su partida, como presagiando que esta era la última. Sólo pude suspirar en forma casi inaudible su nombre… Egle.
Aún quedaban en mi boca regustos de su cuerpo, de su saliva de un acre intenso que se mezclaba con todos los sabores deliciosos de su cuerpo que me dejaban un gusto y un aroma que ya me encargaría de extrañar. La soledad es amiga de los recuerdos y los nuestros sólo se daban cita entre estas cuatro paredes.
Al principio fue el morbo de la aventura lo que propició el encuentro después de la fiesta de unos amigos. Dos personas solas se atraen fácilmente, en especial si sus caracteres les hacen ser retraídos y se disfrazan de seres diferentes; La ropa de marca, el perfume original, los accesorios finos, el peinado, el discreto tatuaje, el piercing, la forma de hablar…todos los códigos que la gente educada conocemos y nos sirven para crear el personaje que muchas veces está muy distante del que verdaderamente llevamos por dentro. De cualquier forma nos sirvió para hacer el encuentro.
Hoy en la antesala del adiós no puedo siquiera imaginar el futuro sin Egle.
Soñarle en brazos de otro amante me hace entrar en los terrenos de la locura por que sin saber como, me fui haciendo dependiente poco a poco de sus caricias diferentes, de su manera de tratarme; duramente y a la vez con esa ternura a la que mi virilidad estaba poco acostumbrada y que hizo despertar en mi ser un mundo nuevo de sentimientos y sensaciones que hoy, por obra de algo que hice o dije o tal vez por que ya era el momento de que llegara el agotamiento, llegamos a una despedida sin palabras, sin el último beso o una caricia para el camino.
Guardo como un relicario su imagen alejándose entre los restos de nuestra ultima cena, percibiendo entre la penumbra a ese ser que jamás volví a ver ni a saber de su extraña y fascinante personalidad. Hoy encuentro un retorcido placer al revisar diariamente, como una religión, las páginas donde anuncian los espectáculos nocturnos donde se presentan los travestís, tratando de descubrirle en medio de esas pelucas rubias o rojas, detrás de unos ojos maquillados con grandes pestañas postizas y en una de esas sonrisas de carmín, tan falsas, como lo es mi vida después de que se fue.
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