Cuando una botella se comprime producto de la presión. Se deforma distorsionando el lugar en el que ésta se encontraba. Logra despertar como de golpe una asquerosa y perdida sensación. Pesadamente rebota durante unos eternos minutos en la sala, y como consecuencia captura la curiosidad de los demás plásticos de la sala. Es increíble como se enrosca y engaña a la vista pareciéndose a una goma blanda y chiclosa que nunca estuvo rígida. Pero al contrario, se torna cada vez más amorfa y dolorosamente se va inclinando. Al mismo tiempo que su silencioso estar se transforma en una fusión de ruidos ajenos y desconocidos. Vive en una isla, y ahí se desenrosca y enrosca hasta comprimirse para siempre. Ahí termina su vida de isla para algún día volver a su estado de ella misma. Como un sonido constante hondo y retumbante es ella ahora una goma como derretida y chiclosa. Parecida a una goma quemada pero de color transparente con sombras. Esto es al principio, cuando Soledad recién se digna a molestar en cuerpos no suyos, en busca de las huellas del amor. Mas bien en busca de los restos del abandono.
Tan dura y penetrante se encarga de aislarte para que no sientas ni un pellizco de bienestar. Te hunde. Te quiebra y te hace crujir. Como un artificial plástico comienzas a vivir. Tan degradante y abandonada. En medio de un desierto de sal te ahogas. En medio de todo con nada de nada. Cuando esa jalea roja y espesa que alguna vez fue sangre se desparrama dentro de tus órganos a través de las grietas del que bombea, del que alguna vez te hizo sentir un extremo de pasión y alegría. Desangrada en el interior y por fuera nada. Todo tan seco y quebradizo como el carbón ya muerto y quedado en cenizas. Una sequedad lisa y suave, engañando a los gustos. Retumba otra vez pero en la cabeza y con un dolor de mil agujas incrustándose en los pulmones. Ahora esa gelatinosa rojiza es tan espumosa que se transforma a negra quemando como ácido la traquea. Al fin el nudo de la garganta ya no se puede sentir porque la espumosa y negra espesa sube cada vez más rápido calcinandolo todo hasta salir lentamente por la boca. Cae una gota al suelo, hundiéndose y creando un minúsculo e infinito hoyuelo que a travesó el mundo. La botella cae al suelo y se quiebra en no se cuantos pedazos. Queda ahí para siempre. Ya no pudo volver ni de chiclosa ni de solitaria. Pero hay algo distinto, ahora el cuerpo comienza a sentir unas nauseas y comienza a vomitar su apéndice. Queda tirado al lado de las trizas de transparente con sombras. Soledad nos abandona y sigue su camino.