Entonces la muerte estaba por golpearme entre la batalla de los ruidos. Deje de escuchar zumbidos y voces para escapar de su lengua rebelde. Cada ruido y zumbido sonaban afoteando un murmullo que azuzaban recíprocamente. Puesto en esa belleza de rituosa perfección enmarañado a su rostro enrojecido la tome de sus pies ligeros sabiéndole hacer y entender con una mirada estupida cuanto quería cruzar las zarzas espesas de sus bordeados labios y musicalmente follajar su lengua rebelde moviendo suavemente sus espesos dientes exhaustos de moverlos para ocasionalmente diluir los ruidos que cansan velozmente de su boca descubriendo y encubriendo para un manjar del oyente. La muerte de sus zumbidos dejo de golpearme entre los ojos, para besar en la obscuridad su rostro de irá enrojecido que fatigosamente se calmaba al besarnos .Andrajoso mordí suavemente tu labio para no asustar y envanecer tu rojizo tono el rostro, para romper las reglas que programas en tu escaso prejuicio. Miré tus dedos de sopa, fragmentados de los más preciosos dedos. Lamí inteligentemente cada partícula de piel cubriéndola de atónica y furiosa saliva, empape uno a uno tus dedos. Perversamente desde abajo con rigidez, moví uno a uno con mi lengua tus papilas gustativas, tus labios apretados parecían contener una mueca de gran curiosidad retorcida. Así pase reflejos, insignias, segundos, minutos, relojes, cronómetros en lo labios realistas del rostro rojizo que hasta hoy inclina ese embotado tono de voz del que siempre la muerte amo…