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Hoy me preparo para batalla. Ha llegado después de mucho tiempo, la estaba esperando. Estoy recuperado y dispuesto a enfrentarme mano a mano, palabra a palabra, contra ella. Que venga con jinetes, fieras, leones y panteras, con legiones de hierro forjado, que yo la espero con trompetas y tambores, mirada en defensa y brazos abiertos.
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El cielo se vuelve turbio; el viento se incomoda haciendo rugir de desesperación a las nubes, que chocan sin control contra las almas que ascienden a un nuevo mundo; la luz solar se apaga con lentitud mientras la luna brilla; el martillo no para, ni un pájaro se oye, aquí nada está vivo; la armonía, con todo su dolor se marcha, milimetrada por segundos, repetida. Y poseer la poesía del trueno y el dragón del láser en la catarata enferma que raye el relámpago en un cielo nublado, que deponga el "tenebrae" y espabile la flama a un cuerpo nuevo, de luz tisular y ósea.
Un escalofrío intenta helar mi mente. Está cerca. Noto como la sangre circula con especial cuidado, como si quisiera pasar inadvertida para no espantar mi concentración. La profunda y sonora respiración que produce mi pecho, arma de valor mis músculos enloquecidos. Entre árboles y flores permanecen agazapados una pequeña escolta celestial formada por cinco ángeles guardianes de misión en la zona, cada uno con dagas santas en actitud de alerta. Un igual escalofrío se manifiesta de nuevo, está cerca, falta poco para que mi más terrible pesadilla se haga realidad.
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La sombra asomó con recelo y detrás su silueta caminando, los pies casi rozaban el suelo pero sus movimientos no perdían soltura, al contrario, parecían más naturales y enérgicos. El Sol deslumbró mi mirada mientras ella se acercaba, creí quedarme ciego, los escalofríos eran continuos, y ya podía sentir su calor en mi piel. Recorrió con las manos mis brazos, acarició mi cuello y diciendo en voz baja "tranquilo", juntó sus labios con los míos. Introdujo la lengua con suavidad en mí, y yo sin saber por qué, quizá envenenado por su pasión, repetí sus acciones. Mi escolta abandonó sus puestos decepcionada y enfurecida. No sabía lo que hacía, me regía por impulsos nerviosos. Me tumbó sobre la hierba bañada por el rocío. Los cuerpos estaban cada vez más unidos, el efecto del veneno se intensificaba. Era el dolor lo que se estaba apoderando de mi ser. Parecía estar desangrándome por todas las cavidades. Y ella seguía lanzando mordiscos nocivos, hasta que, finalmente, nuestras almas fueron una y vi fuego en sus ojos.
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(Por fin despertaste, ¿te encuentras bien?) ¿Dónde estoy?. (En mi casa, ayer me diste un buen susto y creí conveniente que pasaras la noche aquí) Me duele el vientre. (Es la zona más afectada) ¿Cómo?. (¿No te has mirado? Tienes el cuerpo morado, esta mañana azul, y ayer rojo. Más intenso es el color ahí) Tengo que irme. (Descansa. Ya te marcharás) Quiero... irme. (Estás ardiendo. Deja que te ponga el termómetro) Por... favor... (Calla, no gastes energías) Tú... no... lo... comprendes... (Ah... No es posible, debe haberse estropeado. Buscaré otro) Espera... ¿qué marca?. (Cuarenta y siete grados) Llévame fuera. (No, te prepararé una infusión) ¡Te he dicho que me lleves fuera!. (¡No!) ... (¿A dónde vas?¡Vuelve!¡Te pondrás peor!).
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Los músculos tiran con furia de mí, parecen querer salir. Debo de haberme convertido en una bola de fuego. Mi visión se nubla y casi no acierto en pisar el suelo. El cabello riega ácidas gotas de sudor por la frente que se pierden por la espalda. He cometido el mayor error de mi vida. Tengo que desaparecer, he de buscar un remedio cuanto antes, me moriré si no hago nada...
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(¡Despierta, despierta!)... (¿Qué te ha ocurrido? ¡Por todos los cielos qué mal aspecto tienes!).
-Ya le encontré, estaba tirado en la cuneta de la carretera que va a su casa.
-¿La suya?.
-No, la de ella. No me gusta lo que está pasando.
-A mí tampoco Ragüel. Parece muerto...
-No lo permitas, por favor, no permitas que le pase nada...
-Lo intentaré, pero tranquilízate, ya sabes que también es importante para mí. Está sonando un teléfono.
-Es el suyo.
-¿Quién es?
-Ella. ¿Qué hago?
-Nada, no lo cojas. No debe descubrir que está con nosotras. Seguro que tiene que ver con lo que le ocurre, seguro...
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-¿Y?
-Sólo hay que esperar...
-¿Esperar? ¿No le has dado nada?
-No hay nada que sirva. Se está transformando.
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