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Sus alas negras extendidas provocaban las sombras que se dispersaban por alrededor, Santa no levantaba el rostro, su porcelanizada piel no se erizaba ante la presencia diabólica que tenía enfrente.

Los pasos se escuchaban más fuertes indicando la proximidad y las tinieblas se acercaban cada vez más, cualquiera hubiera podido confundirlo con un ángel, su rostro se transfiguraba por la emoción de saberse cerca de su amada:

- ¡Llegas tarde! – él se limitó ha asentar con la cabeza, mientras arrimaba una silla.

Cayó de rodillas y reposo en su regazo, ella con movimientos tenues acaricio el cabello negro de su amante para lograr tranquilizarlo.

- ¿No te da miedo?

Alzó el rostro en dirección a la delicada voz que formulaba la pregunta, sus ojos emanaban lágrimas de sangre que reflejaban el sufrimiento, apretó fuerte su labio inferior, temiendo descubrir con una palabra el secreto que tan celosamente guardaba.

Una sonrisa fingida se dibujo en su faz, proporcionándole un aspecto más humano, pero continuo en silencio.

- ¿Y ella te ama?
- ¡Por Dios!, ¿A qué viene esa pregunta? – fue lo que pensó; recordó el rostro perfecto de ella y la tarde en que la conoció, la escena se dibujaba rápido por su mente, ella tumbada en el asfalto y él preso de su belleza.

Su vida cambio a partir de aquel día, se convirtió en un alma más que trabajaba para ella; sin embargo la repugnancia que sentía al ejecutar su tarea quedaba recompensada cuando levantaba el rostro y lo atraía hacia sí, besándolo de una manera salvaje hasta el punto mismo de perder la cordura.

Santa estaba ajena a la pasión que lo devoraba por dentro, ella era el refugio que le indicaba que aun en medio de la tormenta puede haber tranquilidad, no sabía que cada caricia que le proporcionaba a su cuerpo, lograba curar las yagas que su diabólica pasión le producía.

- ¿ Crees que nos descubra?

La tranquilidad de su voz escapo al hacer esa pregunta, por un instante Santa quedó sumergida en sus propios pensamientos y el pánico se iba apoderando de ella; sin explicación su corazón empezó a latir de forma acelerada, su respiración denotaba la intranquilidad que se apoderaba de ella, las manos de Santa comenzaron a temblar y por su cuerpo corrían de manera apresurada diminutas gotas de sudor.

Tal excitación alertó a su amante, quién se incorporó de un salto y la envolvió con sus negras alas; sus labios se posaron en el cuello de ella y comenzaron a succionar el líquido rojo que de él emanaba. De sus manos emergieron unas gruesas y largas uñas que se clavaron como dagas ardientes en la espalda de la joven y su cabello negro se transmuto en serpientes que reclamaban la parte que les correspondía del festín.

Aún dentro de aquel mortífero capullo, con sus piernas intentaba desasirse con patadas del animal que le estaba absorbiendo la vida, pero su resistencia fue inútil, de un brinco extendió sus alas y pudo divisar la ciudad desde las alturas; al sentir el golpe del viento en su rostro dejó su cuerpo desvanecerse y cerró los ojos.

Cuando despertó apreció por vez primera a su amante, quién yacía exhausto por lo ocurrido, con cautela se levantó de la cama y con pasos sigilosos se acercó al espejo, empezó a admirar las laceraciones que había de manera dispersa por su cuerpo.

Respiro hondo y extendió sus alas, al abrir sus labios emitió un graznido espeluznante que cimbró la tierra misma; el eco de su grito fue absorbido en escasos segundos por las gruesas paredes que formaban la habitación.

Peino su cabello y en el espejo poco a poco iba desapareciendo el reflejo de ella misma,sintió debilidad, así que se dispuso a terminar de hacer las cosas rápido; corto una de sus venas y con la sangre escribió en un trozo de carne que había sido cercenado durante el coito, escribió:

- Amor, tengo hambre, salí a comer.

Echó un último vistazo a su amante que aun estaba durmiendo en la cama y se acercó a él, con una de sus uñas arañó sutilmente la espalda de su compañero y con ello dio la despedida.

Separándose de él se acostó en el piso en posición fetal, cerró los ojos y fue desapareciendo lentamente.




Texto agregado el 16-05-2005, y leído por 117 visitantes. (0 votos)


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