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Desde las altas cumbres cordobesas justito allí en donde se sitúa su nacimiento se desliza presurosamente un chorrito de aguas bullicios y alegres saltando cuesta abajo y venciendo todos los obstáculos que se interponen a su paso. En su recorrida recibe algunas vertientes serranas las cuales curiosas de la lejanía viajan con él.
A veces se detiene, forma un recodo, descansa y se pone manso entonces observa a numerosos pájaros, alegres cabritos y burros que se acercan beben de sus cristalinas aguas
Aparecen algunos chiquillos que tratan mediante un par de piedras edificar un muro de con tención para luego alegremente chapotear en la olla así formada. Descansado sigue adelante, su caudal recibe más afluentes, luego se pone bravío su fluir y casi ya convertido en un pequeño río recorre hermosos valles y llega por fin a su destino.
Bajo el nombre “Las Mojaras” embalsa en el lago San Roque.
Sus cansadas aguas se confunden con las del Río Casquín y Río San Roque para formar juntamente con él Río San Antonio y con otros tantos arroyuelos un lago.
En la época de lluvias todos estos ríos y arroyuelos se convierten en una masa de aguas indomables y peligrosas arrastrando todo lo que encuentran a su paso pero el lago lo bebe y absorbe con un enorme placer.
El lago así formado y su entorno son de una belleza indescriptible. Su dique consta de varias compuertas y una válvula de escape formada por un embudo el cual evacua el sobrante del agua en épocas de lluvia.

Hasta allí llega nuestro arroyuelo y ansioso de nuevos horizontes salta de cabeza al embudo. En unos segundos aparece al otro lado del dique y fortalecido con sus aguas y convertido ahora sí en un gran río, toma el nombre de “Río Suquia” y prosigue su curso en busca de nuevas aventuras.
Pasa por varias poblaciones, entre ellas Calera y Saldan y se encuentra de repente a las puertas de una gran urbe a la cual atraviesa de punta a punta.

Don Jerónimo Luis de Cabrera en el año 1573 clavó su bandera y su estandarte a su orilla y así fundó un poblado llamado “Córdoba de la Nueva Andalucía”.
Desde entonces y al crecer se convirtió en la actual “Ciudad de Córdoba “ y su río fue cambiando de nombre de acuerdo a las épocas y gobernaciones.
Existiendo en la vasta geografía cordobesa los Ríos Secundo, Tercero, Cuarto y Quinto se le ocurrió a alguien llamarlo “Río Primero”. Si era de gusto de nuestro río así rebautizado nunca lo supo nadie, pero de repente y ya en otra gobernación volvió a llamarse nuevamente “Río Suquia “ y todos los cordobeses festejamos ese feliz acontecimiento.

Al pasar el río por la bulliciosa ciudad y por debajo de varios puentes que parecen cadenas o boas constrictoras impidiéndole a veces su libre fluir, ya que las columnas que sostienen los puentes están enclavadas en su lecho y el río trata en vano de sacudírselas.
En un recodo en donde se divide en dos brazos hay una pequeña isla la cual ha sido aprovechada durante la intendencia del gobernador Ramón Bautista Mestre amante de la naturaleza.
Así se ha dragado y limpiado el cauce del río, sus riberas y sus barrancas se han
parquizados, se ha construido una senda peatonal y su costanera asfaltada.
La isla ha recibido iluminación, hay pequeñas mesas y bancos para pasar mateando la tarde.
Dos pasarelas facilitan el acceso desde ambas orillas. Luego y al recibir la población acuática luce el gallardo nombre de “Isla de los Patos”.
Y si algo faltaba, un día y al despuntar el alba, los ojos de los cordobeses se deleitaron con una agradable sorpresa, sobre las orillas y en el cauce del río la naturaleza exhibía una diversidad de colores que con el verde del entorno pintaba un cuadro envidiable por cualquier pintor.
Había manchas blancas, amarillas, rosadas, negras y tal vez algún azul.
Al aproximarse alguien más cerca gritó: -¡Pero si son aves acuáticas, patos gansos, teros, garzas, y también algún flamenco!
Y el río ahora sonreía, soñaba, recordaba los tiempos de su nacimiento allá lejos en su serranía amada y fluía alegremente.

Pronto resulto ser un paseo obligatorio para los estudiantes, deportistas, enamorados, jóvenes, abuelos y especialmente las mamás con sus niños pequeños los cuales perseguían a muerte a los patos y gansos para tirarlos de las colas y sus alas sin importarles recibir un picotazo.
Córdoba se acostumbro con placer a sus nuevos habitantes que en primavera exhibían orgullosamente su prole. De vez en cuando y el la época de intensas lluvias al desbordarse el río desplazaba a las aves más abajo y en algún recodo manso les brindaba un nuevo hogar.
Entonces al poco tiempo y en el transcurso del río había colonias de aves acuáticas en todas partes.
Hasta que nuevamente se acabo todo.
La intendencia de Don Ramos se terminó, luego vinieron tiempos difíciles y las aves lentamente fueron desapareciendo. Algunas terminaron en la mesa dominguera convertidas en pato o ganso a la “cacerola” y sus huevos en vez de pollitos transformados en “huevos fritos”.

El castigado Río Suquia”abandonado y despojado de toda su alegría llora su triste existencia…
Sin poder revertir lo sucedido, ni desviar sus aguas, pasa tristemente y apurado por la ciudad corriendo ansiosamente hacía su meta final, su libertad soñada llamada el “Mar de Ancenusa” o “Laguna de Mar Chiquita” su lugar anhelado y definitivo.
Aquí reunirá sus cansadas aguas con las de la laguna y por fin descansará.

Texto agregado el 15-05-2005, y leído por 280 visitantes. (0 votos)


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