Invierno. 9 grados bajo cero. Con el porta-folios a cuestas, salía a la calle a enfrentar el frío de la mañana, rumbo a la escuela primaria.
La distancia era de tres cuadras, una hasta Chiclana, y luego las otras dos.
El frío era penetrante; en aquellos días los chicos usábamos pantalones cortos, hasta las rodillas, de allí para abajo medias largas; recién cuando comenzábamos el secundario nos permitían usar pantalones largos.
Recuerdo con claridad que los cuatrocientos metros que debía caminar hasta la escuela, los hacia sobre la escarcha que se formaba a los costados de la calle, junto al cordón de la vereda, eso a causa del frío reinante.
También recuerdo que cada tanto saltaba con fuerza y lograba romperla, y así salpicar a mi alrededor, cayéndome cada dos por tres, a causa de las resbaladas, con los consiguientes moretones en las rosadas rodillas, que estaban al descubierto.
En la esquina de Chiclana, la gran avenida, me encontraba con Bocha, que concurría a mi mismo grado, y el hermano mayor Eduardo, que era muy altanero y siempre me gritaba y me provocaba sin ninguna razón o necesidad; dicho sea de paso, con el transcurso de los años, llegó a Intendente de la ciudad.
A mitad de la otra cuadra se nos acoplaba Vilma, también de nuestro grado, era muy linda y nos gustaba llegar a la escuela juntos con ella. Casi siempre nos peleábamos con Bocha, sin saber porqué, lo principal era entrar al grado juntos y que todos nos vieran.
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@surenio
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