Los sueños son un tesoro con el que nacemos, mientras dura la inocencia somos una hucha donde van entrando esos sueños, una hucha sin retorno, sin agujero debajo e indestructible, una fábrica de ilusiones que crece con nuestro cuerpo y con nuestra conciencia. La hucha se acaba rompiendo tarde o temprano, algunos tienen la suerte de que perdure más tiempo, a otros, en cambio, la inocencia se les hace añicos mucho antes y con ello también se rompe la hucha de los sueños.
Los sueños y las ilusiones se alimentan de la creencia en todo aquello que nos cuentan o que vemos, la imaginación es un notario que da fe de toda esa información que poco a poco vamos convirtiendo en anhelos llenos de esperanza, realmente pensamos, cuando tenemos pocos años, que de mayor seremos cantantes, futbolistas, estrellas del cine, astronautas... Pero también se idealiza a aquellos que están cerca nuestra, los que nos protegen, nos alimentan, nos dan un beso al acostarnos, nuestros padres... Se les ve como a las personas más importantes del mundo, dignos de admirar, hace poco un niño me decía que de mayor quería ser como su padre, barrendero, y les juro que en sus ojos y en su expresión no había diferencia entre que hubiera dicho astronauta o barrendero, eso es muy grande, eso es amor.
La vida es una mesa repleta de comida, carne, pescado, verduras, frutas, todo riquísimo pero hay tanta comida que parte de ella se pudre hasta oler a perros muertos, esa mesa hay que atacarla con prudencia porque quien come podrido también se pudre. Para que la ilusión no se rompa de golpe habrá que dar de comer poco a poco y a veces incluso algo podrido, los sueños se irán desmoronando y las ilusiones se quedarán convertidos en recuerdos de infancia, pero a la vez que parte de esos sueños se caen otros irán naciendo dentro de nosotros. Cada día que despertamos y salimos a la calle para trabajar debemos fijarnos el objetivo de una ilusión, por pequeña que sea, supongo que es como un poco de combustible para el depósito de las frustraciones.
Alguno podrá decir que esas pequeñas ilusiones creadas para subsistir es el consuelo de los pobres pero me da igual, que me dejen con mis pobres ilusiones y mis sueños de rebajas, con ellos se puede ser feliz. Hay que luchar por no ahogarse en la rutina del desencantamiento, tirar por la ventana el baúl de los sueños rotos y dejar abierto el de la esperanza, taparse los oídos ante los malos agoreros, levantar la cabeza y llenarse los pulmones con las ganas de vivir.
Has cambiado tus sueños de infancia por pequeñas ilusiones a corto plazo pero la esencia es la misma y el objetivo final también, tener pequeñas islas de felicidad en la mar gruesa de nuestra existencia.
Esta columna del domingo podría haber sido escrita en un lunes por Caroel22 o por la dulce Neus_de_juan, no sé que me pasó y ahora que la releo veo que no mencioné a Dios, menos mal, porque si lo hubiera hecho parecería un panfleto de testigos de Jehová, en fin, procuren tener ilusiones y hacerlas realidad en la medida de lo posible, hasta la semana que viene.
Luis Barrasa Martínez(barrasus) Sevilla 15 de mayo de 2005 |