Una vez más contribuyo con la obra ensayística de mi padrino, Alvaro Fernandez Suares, para que todos ustedes sigan leyéndola y difundiéndola. Esta vez el mito de Rocinante viene de nuevo desprendiéndose del libro "Los Mitos del Quijote", publicado en el año 1.953. Libro que comenzó su andadura, como todos ustedes saben, inaugurando el año 2005, en las páginas de "Cuentoypoesia.net" (Loboazul).
¿Qué clase de personaje era Rocinante?
Alguien pretenderá que, tratándose de un caballo, debería de ser bueno ¿No dicen de esta hermosa bestia que es el "noble bruto" por antonomasia? Vamos, vamos: dejémonos de lugares comunes. De la nobleza de los caballos habría tanto que decir como de la nobleza de las personas. Hay caballos y caballos, caballos nobles y caballos marrajos. Por poco jinete que uno haya sido, se habrá encontrado muchas veces con caballos torvos, inquietos, incapaces de mirar de frente, siempre prontos a la espantada.
Lo de la nobleza del caballo, así, en abstracto, es literatura de la mala. Todo el mundo ha visto lo poco aficionados que son estos animales - no se lo reprochamos propiamente - a aceptar sus deberes; para que se avengan a dejarse ensillar es preciso sobornarlos con dádivas y adulaciones. A veces, previo aviso, los hay que dan un corcovo y lanzan al jinete por las orejas o lo derriban de un lado y aun le arrastran con el pie enredado en el estribo. Si después de esto el hombre consigue levantarse, buscará al noble bruto, y tal vez lo halle, en un prado, pastando tranquilamente, con la conciencia llena de hierba y el estómago atiborrado de paz o viceversa, es lo mismo.
También nos hablan de la valentía guerrera de los caballos. Sí, es verdad; el caballo acomete contra cualquier obstáculo y es bestia guerrera por excelencia. El caballo tiene vocación militar, o más bien de militar. Pewro ¿Es siempre valeroso? Nos permitiremos dudarlo, viéndole, como lo hemos visto tantas veces, electrizado de espanto porque un viejo carro viene rodando por la carretera. Cierto: el caballo ataca, pero es huyendo hacia adelante, como los soldados cuando el pánico alcanza en ellos determinado grado de intensidad.
Hay caballos sin nobleza, perros sin fidelidad, y muchos humanos que ni siquiera lo son.
Aquí hoy estamos en presencia de un caballo llamado Rocinante. Y en las cualidades de este caballo sí creemos, porque sus hechos a la vista están. Así, de la paciencia de Rocinante, de aquella aventura de la guarda de la venta, que se narra en el capítulo XLIII (primera parte), que Don Quijote se creyó obligado a montar la guardia en torno a sus muros, muros de castillo para Don Quijote. Pura y alta noche castellana y, sin embargo, inquietante y mágica: en aquel aire de sombras finas volaban los sueños del caballero. Y se recordará que en esto oyó la voz de una ferida doncella -ferida de amor- pidiéndole que le diese la mano, sólo la mano, para contemplarla y acariciarla un instante; que se la diese por una ventana a la cual la doncella estaba asomada. Así lo hizo Don Quijote, hecha protesta de reservar toda fidelidad a Dulcinea,; pero resultó que la dama eran dos experimentadas mozas: la hija de la ventera y la famosa Maritornes, que ni siquiera la ventana era tal ventana, sino agujero del pajar. Maritornes se apoderó de la mano de Don Quijote y, en vez de acariciarla, la ató al cerrojo de la puerta, valiéndose del cabestro del rucio. Ya no pudo sentarse nuevamente en los lomos de Rocinante, y así hubo de quedar el infeliz. Habla Cervantes del dolor del golpe y del tormento que le hacía padecer al caballero su muñeca aserrada por el lazo corredizo.
En fin: bien dices, Padrino, que es menester mucho tiempo para venir a conocer a las personas.
La gran virtud, virtud secreta y cierta de Rocinante fue su amor por Don Quijote, Rocinante era un animal que no tenía incitaciones ideales, pero participó en toda la empresa quijotesta. El amor, por sí mismo, aunque no le acompañe el discernimiento, es una manera de voluntad activa y de algún modo espiritual.
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