Crecieron juntos, Elena se casó con Raúl; Julián se hizo cura y su hermana Lucía llegó a ser medio monja. Elena era buena esposa pero tenía el defecto de dedicar demasiado tiempo a la iglesia y sus asuntos. Raúl era un buen hombre, aunque tenía el defecto de ser muy enamoradizo. Lucía era bella, si bien con el defecto de tener muy poca fuerza de voluntad.
Una tarde ya pardeando, Raúl se encontró a Lucía en las afueras del pueblo, la invitó a comer fruta en la huerta de junto al río; ella cediendo se dejó llevar, y entre otras frutas se comieron varias veces la tradicional manzana prohibida del Edén.
Como todos los primeros viernes de cada mes, Raúl se fue a confesar y confiando en el secreto de confesión reveló todo; el religioso y hermano de la ex-virgen no hizo ningún aspaviento, sólo le impuso una penitencia un poco mayor que las otras.
Otra tarde también pardeando Elena, con indirectas y medias verdades, pero sin violencia, le dio a entender a su marido que ya estaba enterada de su infidelidad, pero admitiéndola y como quitándose un peso de encima. Raúl al principio quiso negar, pero al escuchar detalles no tuvo más que aceptar todo en silencio y desconfiar para siempre de la inviolabilidad del secreto de confesión.
Pero no, Julián no había violado ese sacramento, aunque tenía el defecto de hablar dormido... así fue como se enteró Elena.