Metió la mano en la chistera y sacó un hermoso conejo, tomándolo por las orejas con la mano izquierda, lo sostuvo a la vista de todos y con un gesto lo convirtió en una blanca paloma que voló por todo el teatro, hasta qué, obedeciendo a una señal del mago se le fue a posar en el hombro, pero lanzándole miradas iracundas, con sus ojos redondos y rojos, como de conejo. Cuando el prestidigitador se inclinaba para agradecer los aplausos, la paloma aprovechó para aletearle en la cara lo más fuerte que pudo.
Se le cayó la chistera y soltó la vara mágica, la paloma se sirvió de la ocasión para tomarla, y volándole al rededor lo transformó en un gran conejo gris, como Harvey. Luego emprendió un vuelo que terminó en el vestíbulo,
detrás de una columna. Ya a salvo de miradas indiscretas, se transformo en un mago con toda la barba, smoking, chistera, bufanda de seda y zapatos de charol. Se admiró en un espejo y sonrió satisfecho. Entró a la sala con paso elástico, sosteniendo firmemente la vara encantada, se dirigió al escenario por el centro mismo del pasillo, en medio del aplauso delirante de un público verdaderamente fascinado, se sentía complacido y enteramente dispuesto a cobrar una vieja deuda ...
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