Una vez un violín lloraba
y sus cuerdas temblorosas
envolvían el viento
para llorar una vez más
en el cielo infinito.

Una suave melodía
de tristeza amarga
y de un alma apagada
de un triste soñador
que amontonaba en sus manos
mil acordes de momentos
atesorados.

Una extraña melodía
y una ráfaga de aire
envueltos entre sus dedos.

Hoy es el violín que llora,
mañana - el viento
y siempre entre ellos
el ejecutante,
que sigue tocando el llanto,
que se entristece y se disipa
temblante
entre las lágrimas
de un alma agonizante.


© Natalie Najshomov, mayo de 2005.