-Ya estamos en el juego…aprende a tirar bien los dados.
-Me gusta jugar mal las cartas, pero hoy no quiero ser…tu sabes…no me siento apta para perder.
-¡No digas más tonterías! Solo respeta las reglas.
-Este juego no tiene fin…
-¿Tuvo comienzo?
-¿Por qué me haces esto? ¿Me quieres demacrar?
- No -sonríe- solo que te necesito.
-¿Por qué te he de seguir?
-Porque estamos preso de este amor, no ves que la lluvia cae sobre los cristales que nosotros mismos rompimos.
-Te toca barrer…
-Eso lo deciden los dados.
-¿Cuáles son las reglas?
-No recuerdo bien.
-Entonces… ¿Qué pretendemos jugar?
-Amor… ¿hay reglas cuando sientes las cosas?
-Entonces dime…para que jugamos.
-… ¿y para que sigues viviendo?
-Porque soy curiosa.
-¿Por qué sientes miedo del juego?
-No lo sé, si tuviera alguna meta…
-Llegar hasta el punto donde muere tu deseo más profundo- dijo con tono de risa.
-No es un punto, es un hoyo gigante y no para de enredarme.
-No te compliques, mírame y siénteme.

En una pieza completamente en blanco, sin puertas, sin ventanas sin muebles, sin creación humana, por excepción de aquellos dos. No se podía diferenciar el suelo ni el techo. Ellos estaban amarrados a las paredes, cada uno a su extremo opuesto.

-¿Sabes algo?
-Sí, se muchas cosas
-¡Ay! Déjame decirte, sabes a que me refiero
-No, no sé
-No sabes cuanto te amo
-Ni tú, cuanto yo a ti.

“...Cuando tengo calor, me como un hielo, refrescante, fácil de preparar, eficaz, 0% calorías y divertido, consúmelo con tu pareja, con amigos, parientes, solo, en su casa, el la oficina, en el baño, en el techo, no importa, es así de sencillo. ¿Qué espera para hacerse uno? ¡Como hielo, como sano!...”