el agua abre un ancho relámpago de espuma, así es la sonrisa en tu rostro
Pablo Neruda, fragmento de "Bella"
La playa era hermosa, con un islote cercano al que se podía llegar caminando cuando la marea estaba baja. No sabía nadar y sin embargo, siempre me gustaba meterme en el mar, hasta que las puntas de mis dedos rozaban la arena del fondo y mi cabeza era lo único que sobresalía del agua. Lo mejor era cuando papá me tomaba de la mano y me hacía "saltar" las olas. La felicidad era un trozo de cielo y mar, la arena que se metía en los sandwiches de pollo, un sol abrasador y la toalla con que nos esperaba mamá después del frío baño.
Ese día fué diferente, por la tarde, desoyendo consejos y aprovechando que los grandes estaban almorzando, quise llegar a la isla. El mar traicionero me tomó por sorpresa, me sentí perdida mientras el agua salada intentaba colarse en mis pulmones y mis pies no encontraban apoyo. Pero ahí estaba mi padre, que haciendo una cadena humana con sus amigos, logró sacarme bastante asustada y con unos cuantos rasguños, nada grave.
En esto pensaba siempre que entraba, vestida de lágrimas y mandil verde, a la unidad de cuidados intensivos, a ver a mi padre, en coma profundo, con respirador, suero y un resucitador al lado. Que ganas de ir a rescatarlo, de hacer una cadena con mi madre y hermanos que sollozaban ahí cerca. Pensaba en la playa y en su cara sonriente cuando aparecía entre la espuma de la ola rompiente; en lo bien que se sentía estar a salvo en sus brazos.
Nunca me había sentido tan inútil.
HG - Mayo 2005
(Escrito Para el no_concurso: de_lo_malo_lo_peor, modificado)
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