La Alternativa del Lobo.
El rastro era claramente reciente, allí había estado tumbado, ocultándose y quizá temeroso y jadeante. Se apeó del caballo, se inclinó a observar las huellas con más detenimiento, acuclillado cerró los ojos y trató de imaginarlo.
La figura del lobo se fue materializando en su mente. Le veía bajo el matorral, agazapado, con las orejas erectas pendientes de cualquier ruido. Observó sus ojos azulados que inquietos y desconfiados lo escudriñaban todo. Escuchó primero lejano y después muy claro el acompasado respirar agitado, y el olor intenso y penetrante del animal le alcanzó de golpe.
La imaginaria escena era completa. Irreal, pero nítida y viviente.
Súbitamente vio su propia mano acercarse sigilosamente al cuello del lobo y se detuvo justo antes del contacto porque la bestia sorpresivamente se incorporó y se volvió para encararlo. Quedó plantada de frente mostrando el filo de sus colmillos. Juan sintió el escalofrío nacer en su nuca y recorrer su espalda, el agudo silbar del aire lo volvió a la realidad desvaneciendo la imagen.
Juan y su hermano Rodrigo llevaban tres días tras él, habían acampado al abrigo de unas rocas, la noche había sido fría y el aire había soplado incesantemente. Antes del amanecer estaban en pie.
-Rodrigo, yo creo que lo mejor será seguir a ese animal día y noche, hasta cazarlo.
-Sí, yo también creo lo mismo, a este cabrón debemos acosarlo sin descanso.
Guardaron las pocas cosas que llevaban, revisaron sus armas y montando sus caballos
partieron siguiendo las huellas que se dirigían al arroyo, allí encontraron el terreno pedregoso y perdieron el rastro.
-¡Mira que listo este hijo de la chingada!
Ninguno de los dos se percató que un par de ojos los observaba desde la maleza de arbustos en un punto en el que el viento no podía llevar el olor de la fiera hasta los caballos. Siguieron sin descansar y ya en franco atardecer, casi simultáneamente los caballos dieron muestra de nerviosismo y con relinchos cortos se revolvían inquietos.
-Debe estar muy cerca_ dijo Rodrigo.
-¡Allá, mira, allá arriba! _gritó exaltado Juan.
El lobo estaba en lo alto de una pequeña loma, los observaba desde allí.
-¡Ya lo vi, vamos! Que no escape.
Ambos jinetes espolearon los caballos y se lanzaron a galope hacia donde estaba la fiera, que dio media vuelta y se perdió de vista momentáneamente. Dieron vuelta a la loma y alcanzaron a ver que el lobo se dirigía nuevamente al arroyo.
-Este cabrón nos la quiere hacer otra vez. _masculló Rodrigo.
-Voy a meterme al cauce del arroyo, tú sigue por fuera y ve si puedes adelantarlo _gritó Juan.
Se inició una persecución frenética. Rodrigo siguió por el borde del arroyo sorteando matorrales, atento y vigilando si la fiera salía del arroyo, en tanto que Juan había entrado en él y galopaba siguiendo su cauce, esperaba darle alcance de un momento a otro…
Así sucedió. Al pasar uno de los muchos recodos vio al lobo corriendo delante de él, le hizo un disparo aunque sin posibilidad de alcanzarlo.
Rodrigo lo escuchó y se percató que se había adelantado un buen trecho. Pensó que metiéndose al arroyo podría salir al encuentro de la bestia .Buscó un lugar adecuado para bajar, entró al arroyo rápidamente y disminuyendo su paso se dispuso a disparar tan pronto se encontrara con la fiera.
Juan seguía a todo galope cuando vio a la bestia parada en medio del arroyo aguardándolo. Lo inesperado de la situación sorprendió a jinete y caballo, lo que provocó que perdiera el equilibrio y cayera rodando sobre el arenoso suelo. La caída le hizo soltar el rifle que rodó a pocos metros de él.
Inmediatamente se incorporó esperando el ataque del lobo, esta vez era real…. Quedaron frente a frente. Juan empezó a desplazarse lentamente hacia el rifle pero el animal daba un paso al frente cada vez que Juan se movía. La adrenalina que circulaba por su sangre le provocaba un intenso hormigueo en la piel y magnificaba sus sentidos en periódicos impulsos, se encontraba cada vez mas tenso pero extrañamente no sentía temor alguno.
De pronto se fue haciendo borrosa la imagen del lobo y fue apareciendo su propia imagen, parado frente a sus ojos. Juan se veía a sí mismo, con los puños cerrados y la expresión fiera en el rostro. Perplejo y desconcertado no supo que hacer y en ese momento sintió un golpe en el cuello, casi simultáneamente escuchó la detonación luego un nuevo golpe en el costado derecho y otra detonación. Los impactos lo lanzaron al suelo. Sintió la arena del arroyo en su nariz y en su boca. Su visión se fue nublando y tumbado con la cabeza pegada al suelo sintió el retumbar de los cascos de un caballo acercándose a él.
Lo que escuchó terminó de sumirlo en la desesperación, era la voz de Rodrigo;
-¡Ya lo cazamos Juan!
Oyó la festiva carcajada de su hermano que se interrumpió bruscamente por una inesperada detonación, siguió el relincho del caballo y luego el sordo tumbo de un cuerpo a su lado.
Todavía se estremeció cuando escuchó su propia carcajada, luego la oscuridad y el silencio le envolvieron.
El desborde de las pasiones
debilita el espíritu en tal medida,
que da paso a extrañas criaturas
que se adueñan del propio ser.
HFR
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