Sueño jodido este, y demás, porque por supuesto, está saliendo olor típico de almuerzo, pero después me quedo dormido, hay que puro levantar pesas, pero no entiendo lo que pasa, porque de todas las cosas las blancas son invisibles pero no sé, claro, y luego de todo me acuerdo de que tenía tantas cosas por decir pero, y siempre uno termina hablando de, no se saca nada, nada, no se saca, o mucho, demás.
Olor a pollo, eso era, olor a pollo que no sabe que es pollo pero intuye que su existencia gravita con decencia en alguna especie alada. Digo, no es que el ente piense que es un pegaso o un dragón, sólo que tiene cierta certidumbre de que lo que es y será levita claramente en algún tipo de bestia alada, por las plumas, o los huevos, o por tener un ojo lateral a cada lado que no le permite tener una visión estreboscópica de las cosas. Como uno. Y no es que el instinto que se le dicta quiera hacer metáforas con el aspecto del vuelo y el sueño, o el onirismo pegoteado que nace de decir cosas como las que he dicho, pero entonces, ah, ciertamente, un error habrá de ser, dijo el peregrino.
Es el frenetismo. No veo más. O esperar a que pase el tiempo cuando en realidad se quiere que retroceda -digo, por ese cándido afán de hacerlo todo mejor-, y como que no quiere la cosa ya está otra vez pensando y haciendo lo mismo, y sesgando el mismo futuro del que luego se arrepentirá. ¿Dije condicionando? A lo Pavlov. A lo Skinner. No, a lo Skinner no. Será bien... Y entonces no es que todo lo que digo se convierta en fango -barro, en chileno-, pero de verdad que nada de lo que se esperaba se habrá de convertir en oro. Porque no somos como el rey Midas. Entonces nos sentamos, miramos, leemos alguna revista para pasar el rato. Ensoñamos. Respiramos. Morimos. |