Corrian juntos, tomados de la mano en medio de la lluvia, una lluvia de esas que te golpea en la cara y mas que gotas parecen pequeños cristales que te producen cosquillas, no dolor. se detuvieron bajo la corniza de una casa, las luces decembrinas hacian que las pequeñas gotas que resbalaban por la mejilla de ella brillasen como las estrellas, esas estrellas que habian visto juntos en otras ocasiones, pero hoy no estaban en el firmamento, hoy resbalaban lentamente por el rostro de esa hermosa niña, y los ojos de él no podian apartar la vista de ellas. Él, tomo con suavidad su mano derecha, y la puso en su pecho, justo sobre su corazon, para que ella pudiera sentir como sus latidos se aceleraban y como su cuerpo entero se estremecia al tenerla tan cerca. Ella acerco su pequeña y ahora morada boca a los labios entumecidos de el, lo beso como si fuese la primera vez, como todas las veces; en sus labios quedaron depositadas aquellas estrellas que bajaban por su mejilla, y ahora un calorsito delicioso surgia de el interior de su boca.
Ella lo abrazo con fuerza, y sus senitos perfectos se aplastaron sobre su pecho; el no queria que se marachara, queria que se quedara ahi, junto a el, bajo la corniza, bajo la lluvia.
se despidieron con otro gran beso, y cada uno emprendio un rumbo diferente. ella no queria volver la mirada, pues sabia que si lo miraba no podria dejarlo ir jamas; caminaba sonriente, levantando la cabeza para que las gotas de lluvia la mojaran toda, y pensar que no eran gotas, sino los dedos de él, deslizandose sobre su rostro, acariciandola, amandola. Todo habia sido perfecto, a no ser por un pequeño detalle; tan solo, maldita sea, que yo los ví.