AS filius faciebat anno 2005
Nací en Cremona en 1704, mis padres se llamaban Antonio y Natura. Fue tal la pasión que los unió que mi madre, generosa y conocedora de la virtuosidad de mi padre, hizo palidecer al mismo sol para que creciéramos sanos y fuertes. Mi padre, extasiado por su belleza y deudor de tanta generosidad, empeñó su alma en cada uno de los hijos que ella le dio. Su pasión y amor le llevó a moldearnos lenta y pacientemente, como si la perfección fuera nuestro destino y la eternidad el escenario donde testimoniar su amor por nuestra madre y musa inspiradora.
Mi niñez, que mi madre descubrió para mi y mis hermanos, estuvo rodeada de aromas, colores y frescura. Los magníficos álamos, tilos, abetos y sauces que engalanaban las riberas del Po fueron mis inseparables compañeros de aventuras infantiles. Fueron ellos quienes me enseñaron valores como nobleza, entrega, firmeza y sacrificio, es por eso que aún hoy los llevo muy dentro mi, allí donde mi virtuosismo reside.
Mi padre, magnífico artesano, jugaba y bromeaba llamándome Cremonensis Faciebat anno 1704, al tiempo que reía de felicidad y satisfacción contemplando mis reacciones producto de sus caricias. Heredé su pasión por la música, aunque se considerase un músico mediocre de dedos torpes y pesados. Oído de músico y manos de ebanista, solía bromear, pero sin duda tenía el mejor oído y las mejores manos del mundo.
Me decía mientras crecía que la sangre de dragón junto con el vidrio finamente triturado me protegerían de las temidas enfermedades, que el bórax me haría mas duro y resistente y que el remojo y secado meticulosos aclararían mi voz. De él aprendí a ser fuerte, dulce, poderoso y expresivo, y lo mas importante: Me otorgó el don de reflejar fielmente los sentimientos que perciben mis sentidos.
Muchos hombres de ciencia me han estudiado y analizado en los últimos 150 años, pero ninguno ha sabido explicar la belleza y color de mi voz; y mucho menos aún descubrir de que forma mi padre consiguió resolver la paradoja de la coma pitagórica.
Hoy tengo el deber y la obligación de reeditar una noche más el mito eterno del hacedor de armonías mas universal de la humanidad, y así lo haré. El mito continuará siendo mito mientras los hombres no se den cuenta que hay una deficiencia en su entendimiento sobre el sonido y el oído: La paradoja de la coma pitagórica no cabe en el mundo de los sentidos.
Antonio Stradivarius filius |