Vegetando y escribiendo, de un tiempo a esta parte no he recurrido con holgura a mi antiguo oficio, estaba comenzando a ahogarme y recordé que escribía. Recordé que tomaba con amor este lápiz y depositaba en ti toda mi confianza.
Emoción, tal vez, es lo que necesitaría en este momento, el no sólo abrir los ojos para ver, usarlos para sentir, en cada fibra del cuerpo.
Percibir, la pasión de la angustia, del deseo, del llanto, del dolor, de la lucha...
No esperar a que este sofocante aburrimiento comience a consumirme, dejando al desamparo enterrado en las huellas de este camino. Si comenzara a evocarte con sólo este suspiro, sabría que estoy a un paso de la locura, si es que ya no lo estoy.
Hace tanto frio hoy, necesito horas de sueño, y ante la perspectiva de que tengo que pararme de esta silla, y socorrer a las necesidades del trabajo, sólo me conformo con saber que termina en dos horas.
Cuando escucho una voz silenciosa que me dice que tengo que huir, continúo arrancando de lo que quería alcanzar, me oculto y observo, me muestro y callo, y el azahar de mi conciencia superpone al loco estrépito del hielo que continúa acercándose.
Vegetando, ¿viviendo?, si no puedo expresar aún lo que deseaba, olvidaré el deseo y lo convertiré en sujeto de represión, si no queda aún un elemento que me constituya. Mientras vegeto, aun sigo buscando el camino que me impulse a sentir , el que haga despertar el ahínco de soñar con respirar.
La represión podría transformarme en un ente dormido, el sonido en el calor del salto hacia la libertad.