-VIERNES-
Hoy es viernes. Me gustan los viernes en general. Donde trabajo, los viernes salimos a las 15h y para mí, el fin de semana empieza en ese momento. Es una hora y media menos que el resto de los días, suficiente para acabar la jornada con una feliz sonrisa.
Puedo comer con mis hijos y luego tumbarme un rato. Si decido pasar el fin de semana fuera, puedo coger el tren a una hora más o menos prudente y llegar por la noche al pueblo. En invierno puedo quedarme largo rato viendo y escuchando el fuego de la chimenea, y levantarme por la mañana con el canto de los pájaros. En verano incluso, puedo disfrutar de las puestas de Sol y darme un baño.
Los viernes por la noche es un buen día para salir y si trasnocho, siempre tengo el sábado y el domingo para descansar. Con los años, un día no es suficiente…
Hace dos otoños que los viernes voy a un taller de escritura, eso completa este día. Un día pues, que para unas cosas es el final y para otras el inicio.
El viernes es un día confortable y cálido, rápido, familiar, sociable y loco…
Hace unos cuantos viernes sucedió algo increíble. Estábamos en mi casa, tranquilamente, escuchando música. Era tarde y habíamos terminado de cenar. Sonó el timbre de la puerta. Cuando pregunte quien era, no me contestaron. Mi amigo y yo continuamos la charla. Volvió a sonar el timbre. Esta vez fue él, pregunto quien era. No hubo respuesta. Abrió la puerta y entro con mucha fuerza un aire cálido.
Los dos salimos al rellano y allí estaba aquella cosita. Era pequeña, con mucho pelo, andaba con sus tres extremidades y con sus manos gesticulaba cada vez que nosotros decíamos algo. Volvimos a cerrar la puerta, Koomfiak y yo nos quedamos viéndonos, nos reímos y fuimos al comedor. Nos sentamos. Decidimos, que nunca más volveríamos a tomar nada que nos hiciera ver cosas extrañas. Continuamos hablando.
Varias veces fuimos a ver si aún estaba allí aquella cosita. Pero no, allí no estaba. Ahora la teníamos en el comedor, fumando y bebiendo. Koomfiak y yo decidimos que era una alucinación. Eso sí, dejamos de beber y fumar y nos pusimos a bailar, como si no hubiéramos visto nada. Cada vez que hablábamos, “cosita” gesticulaba y gesticulaba. Finalmente pensamos que lo mejor era enfrentarnos a nuestra alucinación. Koomfiak le pregunto primero. Mire a mi amigo y solté una carcajada. Me parecía increíble que estuviéramos intentando comunicarnos con nuestra propia alucinación. “Cosita” gesticulaba y nos miraba. Me levante y puse la tetera al fuego, cuando me gire, “cosita” estaba allí. Parecía esperar algo. Me incline y le pregunte si quería un tea. Me sonrió y asentó con su cabeza. Fui al comedor y koomfiak estaba con un libro que tengo de bestias imaginarias. Me senté a su lado.
Sonó el pitido de la tetera y al tiempo, “cosita” apareció por el comedor y se interpuso entre los dos…
No había textura, no había nada, solo una imagen…
Serví el tea, “cosita” me reclamo el suyo y se lo serví. Se lo tomo. Decidimos irnos a dormir, no entendíamos nada. Quizás cuando nos levantáramos, veríamos la realidad de otra manera.
Nos metimos en la cama y “cosita” nos acompaño, se quedo en nuestros pies, acurrucada, mirándonos dulcemente. Koomfiak y yo nos abrazamos, nos besamos, sus besos aparecieron dulces y suaves. Sus caricias, lentas e investigadoras. Deje de pensar en “cosita”.
Por la mañana nos levantamos con el sonido de la tetera. Teníamos el desayuno en la mesa. Mi hijo había preparado el tea y mi hija había comprado, pan y unas pastas. Me sorprendí.
Koomfiak y yo nos mirábamos mientras tomábamos el tea, gesticulábamos con la mirada, preguntándonos que había pasado por la noche.
Mis hijos nos comentaron que la noche anterior sucedió algo muy extraño. Koomfiak y yo dudábamos que la experiencia fuera más extraña que la nuestra.
Nos contaron. “Estábamos en la playa, era una noche estrellada, el mar estaba tranquilo y la luna creciente tenia un blanco especial. Del mar apareció una luz muy brillante y como un rayo se dirigió hacía donde estábamos sentados. Nos asustamos, pero no nos fuimos. La arena de la playa se ilumino, quedando en la superficie algo curioso.”
Les pregunte que era y me dijeron que lo tenían metido en una bolsa y estaba en la habitación. Mire a Koomfiak con incredulidad. Fueron a buscarlo y cuando volvieron al comedor, dejaron la bolsa encima del sofá, la abrieron…
… Y allí, había otra “cosita”.
Ahora en la casa somos cinco; mis hijos, dos cositas y yo.
El viernes es un día confortable, cálido, familiar, sociable y loco.
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