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Inicio / Cuenteros Locales / negrafotocromatica / Unas libras de aire (Dedicado a Gustavo Malomo)

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A Gustavo Malomo, saltimbanqui de la vida.



Esa tarde ociosa, como muchas otras después de dejar la Universidad y de paso abandonarse un poco el mismo, Marcelo, de tanto mirar el techo de su pieza, sintió la necesidad de jugar un rato con su pequeño hermano, el pipe, de cinco añitos. Fue a la habitación del pequeño que en ese rato jugaba con dos autitos y los hacía chocar una y otra y otra y otra vez...

-¿Juguemos un rato, pipe?
-¿y a qué jugamos?
-... no sé... ¿a los vaqueros?
-Nooo... tú me matas siempre... no me gusta.
-¿a las canicas?
- ya no me quedan, tú me las ganaste todas...
- Ahhh... es cierto, tampoco voy a devolvértelas...

Así, siguieron discutiendo acerca de cual juego. Una discusión no muy justa ya que el Marcelo a ratos lo escuchaba, a ratos no, después de todo, el pipe era pequeño y tampoco podía salir de él algo muy divertido, mientras tanto, prendió la TV del pipe y empezó a cambiar los canales, pensaba, mientras lo hacía, que quizás al único ser que le había ganado en la vida era al pipe, y eso, en vez de ponerlo a plantearse una meta nueva o algo más acorde al tamaño de sus bolas, le daba orgullo mediocre y una tremenda satisfacción, tampoco le iba a dejar ganar nunca... es como una lección de vida para el enano.

-Ya po’ Marcelo, me dijiste que íbamos a jugar...

Pero en ese instante, a Marcelito se le había metido un micro bikini rosado en el ojo y no se lo podía quitar... el pipe lo jodía y le tiraba del pantalón, la rubia del bikini se seguía paseando alrededor de la piscina, seguía sonriéndole al Marcelo, si tan sólo pudiese meter la mano en la tele y tirar una de las amarritas, pero no, la cruda realidad lo enfrentaba, con un hermano hinchapelotas tironeándole el pantalón, mordiéndole las rodillas, pegándole puñetazos en la panza, en resumen, apestándolo, todo esto cuando el sólo quería ver en qué puto rato, la mina ésa, se iba a meter al agua. Toda la tortura continuó hasta que el pipe le quitó el pañuelo que, sagradamente, siempre llevaba en la cabeza...

-¡Devuélveme eso, pendejo antipático!
-¡No! hasta que juguemos a algo...
-Ya se me quitaron las ganas, pipe, devuelve el pañuelo...
-Nooo, ¡quítamelo! a ver si puedes...

Eso era cosa fácil, el pipe era muy cosquilloso, así que el Marcelo se levantó de la cama, apagó la TV con rubia y todo para que no lo distrajera, y fue hacia el pipe atacándole toda la zona de la panza... el enano enloqueció, rió hasta casi perder el control de su esfínter y mearse hasta los zapatos...

-¡te voy a desatar el ombligo y se te van a salir las tripas!

-nooooooooooooooo... -gritó horrorizado el pipe- ¡Se me va a salir el aire!
-¿El aire? ¿Cómo el aire?

-Sí, el aire, yo una vez le desaté el ombligo a mi pelota y se le salió el aire y se murió.

-Ahhhhh... ¿y si se te sale el aire a ti... te mueres también?

-Sí po’ tonto.


El pipe se había tomado en serio la cosa, hasta se veía un poco enojado por la irresponsabilidad del Marcelo para con su vida. Tomó los autitos, un poco triste, y comenzó a jugar solo. El Marcelo, para componer un poco la cosa, salió con lo siguiente:


-Dale, vamos, juguemos, si se te sale el aire, te llevo en el auto y te inflamos de nuevo en una gasolinera.

-¿En serio?... ¿y si quedó mal inflado o me reviento?

-Noooo.. Allá siempre van los niños desinflados, los dejan iguales, si te inflan mucho se te agranda la cabeza un poco, pero no se nota y no te preocupes que con la mamá podemos aplastarte la cabeza y te baja el aire a la panza... Ningún niño se ha reventado, ellos son expertos.

-Oye Marcelo, ¿Y duele?

-Duele un poco, pero tampoco tanto, ¿eres valiente o no?

-Sí, yo una vez me puse una vacuna gigante como con fuego y no lloré nada...

-Bueno ¿entonces?

-Sí, a ver, ¡desátamelo no más!

El pipe tenía la panza entregada y la empujaba fuera para que el Marcelo pudiese agarrarle bien el nudo del ombligo, dispuesto a lo que viniese, no le importaba mucho, si lo iban a inflar y aunque doliera un poco, no había más que decir...

Marcelo se quedó congelado, la sonrisa del pipe, la soltura, su grandeza.

Totalmente desconcertado, el Marcelo dejó al pipe ombligo expuesto y se fue a su habitación... Se tendió en la cama, se sintió más enfermo que nunca, más cobarde, más imbécil, más idiota... No lloró sólo porque el jamás lloraba, de todas formas, y mañana mismo, retomaría, y esta vez hasta el final, sus dolorosas e interminables quimioterapias. Desde su habitación aún podía oír al pipe que le gritaba extasiado...

-¡Marcelooooo! ¡Veeeeeen! ¡Que ya casi me lo desato!

Texto agregado el 11-05-2005, y leído por 594 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
15-05-2014 *****, claro vaerjuma
15-03-2007 muy bueno.... remi_dee
07-04-2006 muy bueno! fuerte y conmovedor. tiene la franqueza de la caricia y la piedra. (señora me pegó en el ojo con su letra sencible) gracias y suerte. hugo hugoprimero
16-02-2006 ***** _chamalu_
07-02-2006 gran regalo, una gran historia, amiga, me quito el sombrero que no traigo y te ofrezco humildemente... --vINcHo--
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