Escribir por escribir. Para que el ejercicio no se pierda. Para que la caligrafía no se arruine. Para que mis letras no parezcan patas de araña en invierno. Para que el pulso de aquella historia no decaiga.
Teclear por teclear. Para que años de mecanografía no se desperdicien. Para que mis manos se mantengan ágiles y veloces. Para que las palabras se escapen de mis dedos. Para que este virtual papel blanco tenga sentido.
Imágenes serpenteantes. Imágenes netas. Imágenes bizarras. Imágenes elípticas. Imágenes desnudas. Imágenes figuradas. Imágenes puras. Imágenes impías. Imágenes enmarañadas. Imágenes oscuras. Imágenes torcidas. Imágenes simples. Imágenes laberínticas. Imágenes luminosas. Todas rondando mis lecturas. Todas asomando en mis escritos. Todas riéndose a carcajadas de la vida.
Hablar por hablar. Para que mi voz no se quiebre. Para que mis pensamientos se ordenen. Para que mi lengua juegue a ser faquir entre cuchillos gramaticales. Para que mi cabeza respire.
Decir por decir. Para que el miedo no me invada. Para que la piedad y los suspiros no se asomen. Para que la diatriba no concluya. Para que no nos envuelvan los silencios.
Detener un sueño. Atrapar un suspiro. Describir una mirada. Recolectar semillas de lágrimas. Sembrar instantes. Capturar una emoción. Apresar el sabor de un beso. Explicar el roce tibio de tus manos en mis piernas. Pescar el olor de una noche de lluvia. Dispersar las viscosidad repugnante de un caracol entre los dedos. Provocar los latidos de un corazón dormido. Pintar el escalofrío de un dedo subiendo entre las vértebras. Componer un paisaje imposible sólo con letras. Sujetar un segundo durante una eternidad. Tantas ideas flotando. Tantas posibilidades llorando. Tantas vías por recorrer.