La puerta se cierra y todo permanece en silencio, mientras el aire turbio del cuarto lo amarra a la cama. Otra vez la pregunta. Otra vez la incertidumbre. Cuatro paredes. ¿Cómo saber si el mundo sigue existiendo fuera del cuarto?.

Los cuervos descansan en la árida montaña mientras los humanos hacen el amor dentro de sus cuatro paredes, un sexo bestial, insaciable, mecánico. El amor es una sombra moribunda detrás de las cortinas.

La rama que cruje bajo sus pies no despertará a papá y mamá dentro de sus cuatro paredes. El valle obscuro se abre en toda su majestuosidad. Así que esto es la noche.

La respiración de los cuervos que duermen en la montaña es una fantasía inaudible para los oídos del niño. Juguetón corre entre las hierbas que mece el viento cubierto de rocío. Gotas de agua voladoras se esparcen por sus mejillas regordetas en su primer encuentro con la noche.

Las brujas salen de noche tesoro, les gusta comer niños detrás del viejo ciprés. Dame un beso y promete que nunca saldrás de noche. Lo prometo.

Mejillas rosadas que se pierden en la negrura de la noche trotan felices hacia el resplandor que yace alejado entre la hierba. Un aquelarre de luciérnagas alrededor de un cadáver. Brujas, brujas, ¿dónde están las brujas?.

El niño observa el recién asesinado cadáver. La muerte no existe en su mente. ¿Qué es la muerte sino el despertar de un sueño y el comienzo de otro?. Ríe.

Se recuesta cansado junto al hombre dormido entre las hierbas y las flores que rozan su cara. Por hoy el viaje ha terminado. La noche sonríe al ver a su nuevo inquilino y lo cobija con sus guantes de cielo. Dame un beso y promete que nunca saldrás de noche. Cierra los ojos.

A lo lejos en el cielo se ven las siluetas de las brujas, paseándose por donde las flores juegan con cadáveres y niños.