Salí del garaje y me encaminé, como todas las tardes, al pub de al lado de mi casa. Cuando abrí la puerta me deslumbró la luz y me sorprendió porque ese local siempre se hallaba en semipenumbra.
Esperaba encontrarme con alguien, pero ahora no recuerdo con quien.
La decoración había cambiado y en lugar de la barra, un entarimado estaba dispuesto con sillas colocadas con un cierto desorden. Varias personas hablaban en corrillo y multitud de focos dirigían su haz de luz hacia ellas.
Según avanzaba, iba sorteando mesas perfectamente engalanadas como para una ocasión especial y la gente me miraba y me sonreía. Me dio la impresión que llevaban allí mucho tiempo esperando y que se sentían aliviados al verme llegar. A mí, pero, por Dios ¿qué estaba pasando?
Me pellizqué varias veces en la mano para comprobar que no estaba dormida y seguí avanzando.
Me miré y casi se me escapa un grito, llevaba un traje negro, largo, con un escote impresionante, ajustado totalmente a un cuerpo que ni en mis mejores años, había tenido jamás.
A media altura del local estallaron los aplausos y yo inclinaba la cabeza dando muestras de agradecimiento. ¿Qué se supone que tenía que hacer?
Cuando llegué a mi destino, es decir, al grupo de personas que había en el entarimado, me recibieron como a una diva, y después de unos minutos de presentación, dieron paso a mi intervención.
En ese momento y después de agradecer a los presentes sus asistencia, tan cumplida como siempre, empecé a cantar.
De pequeña soñaba con ser una gran cantante y me sabía de memoria las letras de las canciones de mis grupos preferidos, pero siempre he sido muy objetiva y sé que no servía para cantar, no tenía dotes, pero ahora...mi voz era melodiosa,entonaba perfectamente y la letra de la canción era tan dulce que todo el mundo escuchaba embobado.
No podía creer lo que estaba pasando, salí de allí y vi mi mundo, mi realidad, mi vida y todo tuvo sentido en mi interior, todo, salvo quizá el recuerdo de haber sido otra persona en un sueño.
|