El “Otro”
Definitivamente, todos sabemos que el tema del “Otro” es una de las problemáticas actuales importantes. Pero, el “Otro” no siempre ha sido un problema intelectual, intento de dar razón a nuestra convivencia, mas si lo ha sido desde siempre la misma “relación problemática” – entre los dos –. Esto simplemente nos propone la idea de que no siempre el ser humano tuvo conciencia, tal como la tiene ahora, de su propia relación con el “Otro”.Hay entonces una diferencia obvia entre una relación conciente y una inconciente.
Me voy a abstener de hacer una definición del “Otro” hasta el final del ensayo. Primero daré ciertas pautas y características que ayudarán, luego, a comprender mejor y en su totalidad el concepto como tal.
Comenzando por los antecedentes del ser humano como lo conocemos ahora, nos encontramos con los Homínidos. Estos primates evolucionados no tienen la conciencia del “Otro” como concepto abstracto que manejamos nosotros en la actualidad. Ellos, para vivir de la mejor manera posible la vida, se basan justamente en eso: en su vivencia diaria. Su manera de ver al “Otro”, obviamente será como un “Yo” que no es el mío. Es, como dije antes, un “Otro” vivencial, que se desarrolla en las interacciones diarias. Esta vivencia tiene a su vez como base a la pura supervivencia. Y, entonces, hay una relación entre el “Yo” y el “Otro” violenta y desordenada, la cual es regulada solamente por el bien común, juntándose en grupos. Aunque, claro, cuando se junten se alejarán de otros, ahora como grupo, y así sucesivamente. Justamente por que esta relación sea vivencial y careciente de orden alguno, muestra muchas alternativas: no existe un simple “Otro”; sino que existe una variedad de “Otros” los cuales son vistos de distintas formas.
Dejamos entonces de entender al “Otro” como un ser individual y ya podemos verlo como una “realidad colectiva con características específicas”. Pero, a lo largo de la historia, uno no puede definir con un simple adjetivo a una sociedad entera – como lo era la de los Persas – que representa el “Otro” para un “Yo” colectivo que también está representado por una cultura entera – como lo fue Grecia – puesto a que se pierde la opción de diversidad dentro de una misma cultura y también se genera diferencias mucho más marcadas entre los grandes grupos. Podríamos decir que los Persas, en este contexto, representaban para los Griegos al “Otro orientalizado” que a su vez representaba la ostentación y la pérdida de la armonía. Pero aun tomando el papel de “indeseado” empieza a influir por distintos medios como lo fue por muchísimo tiempo el artístico. Y poco a poco esta “influencia del Otro” se convierte en la unión de dos culturas, que, en este caso, se le fue llamando Helenización.
Hasta que llegamos a Roma, sacralizando a los “Bárbaros” como el único “Otro”. Visto completamente de otra forma, en contraste con Grecia. Roma ve en los “Bárbaros” a una amenaza, al igual que los Persas son vistos por Grecia; pero hay una gran diferencia, puesto a que en Grecia existía un respeto por el “Otro”, un poco por lo desconocido y otro poco por su propia naturaleza respetuosa, mientras que Roma ve en los “Bárbaros” a seres no-civilizados, como alguien a quien uno debía ayudar. Culturizar, civilizar.
Entendemos al “Otro” como una relación, como el carácter que toma la relación entre un “Yo” y un “Otro” como “realidad portadora de un comportamiento”. Tenemos el ejemplo de los Cristianos, desde sus inicios hasta la actualidad, siempre ha existido un “Otro” muy bien marcado, tal es el caso de los herejes, pues sus propias características – la de los Cristianos – son justamente bien marcadas. Pero aún así, se necesita de la interacción de las dos partes: El “Yo” y el “Otro”. Siendo este “Otro” la palabra que nos sirve para nombrar al ser que es ajeno al ser que realiza la acción de nombrarlo.
Entendiendo ya el concepto, podemos decir que el “Otro” tiene un peso que se le aplica automáticamente a su propio ser. El “Otro”, representa todo lo que “no es”; y por lo tanto, representa algo que “se puede ser” o, por qué no decirlo, todo lo que “se quiere ser”, lo que “se teme ser”, etc. Representa, justamente por eso, la forma de evolución de una sociedad que deja de ser estática en el momento que se encuentra con el “Otro”. Además, por lo mismo, representa la autoafirmación del “Yo”, pues simplemente cambiando lo que “se quiere ser” por lo que “no se quiere ser” dejamos en claro cual es nuestra identidad. Y este aspecto, es justamente al que quería llegar. El “Otro” sirviéndonos de obstáculo u instrumento, afirma o simplemente agrega más características a nuestra propia identidad que, como “Yo” junto al “Otro”, se relaciona y, por lo tanto, crece.
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