“Esto me lo han contado,
así que yo debo de hablar
sin una palabra ajena
al cuento original,
pues un alma de aquellas
podría de mí torturar
si en contra de su historia
fuera yo a recitar.
Y todo hubo de comenzar
la noche número veinte
del mes número tres.
Con un viento de los largos
y una neblina,
de las que no dejan ver.
Poco a poco se dejó mirar,
a lo lejos, cerca al mar
un desfile muy normal
que no era carnaval,
ni mucho menos festival.
Mas bien era uno de esos
en los que al muerto había que cargar.
Y poco a poco, además,
acercándose siempre al corazón
aquella maldita sensación.
Poco a poco también
cayendo todos en razón,
fueron a darse cuenta
de la horrible procesión.
Pues poco a poco se le vio,
al muerto el caminar,
solo y acompañado,
en otro lado y al costado,
de su antigua sociedad.
El niño de once años,
caminaba sin pensar,
con un ritmo bien marcado,
recitando aquí y allá.
Pues había muerto amando,
y así quiso él caminar.
solo y acompañado,
al costado de su funeral.”
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