Dentro de poco, veinte años, que según el tango de Gardel no es nada; la población española será la más anciana de la unión europea; seremos, o serán los que queden en este valle de lágrimas un treinta y seis por ciento de ciudadanos-as con más de sesenta y cinco años.
Teníamos que acabar así, el ser humano se mueve de un extremo a otro, pero en este país aún más. Así hemos pasado de ser el país más natalista de Europa a tener una tasa de natalidad parecida a la del Vaticano.
Las previsiones son fatalistas, nos falta bastante para cubrir el trámite de los dos hijos por pareja que sería el mínimo para garantizar al menos una reposición de los que vayan hincando el pico. Aunque no soy de mucho fiarme de las previsiones demográficas, que aún recuerdo yo cuando era joven… no crean, no hace tanto; que nos ponían el año dos mil casi como el fin del mundo, con mas de diez mil millones de almas y la mayoría pasando hambre. Lo del hambre si que es cierto, que hay mucha gente que no tiene que llevarse a la boca, pero parece ser que tardaremos un poco más en llegar a esas cifras de población.
Independientemente de los problemas que genera una población envejecida, con la disminución del sector productivo y las dificultades para garantizar asistencia a otro sector, el de la tercera edad, que puede llegar a ser más numeroso incluso que el primero de seguir en esta tendencia; se me plantea el problema del respeto.
Y se me plantea al leer una noticia; pequeñita, sin importancia, colocada en una esquina de una página; de relleno:
“Anciano abandonado en una gasolinera”…
El anciano hoy día, a pesar de los avances sociales y médicos ni es ni hace feliz; cada vez más es un estorbo. Hubo un tiempo en el que los ancianos eran respetados como portadores que son de una sabiduría adquirida a base de toda una vida de trabajo y aprendizaje; el anciano era depositario de valores que transmitía a los más jóvenes. Hoy día esa función ya la realiza internet, la TV y el sistema.
El anciano ha pasado de ser una piedra angular de la sociedad a ser una molestia desagradable; debe presentarse lleno de vitalidad y feliz so pena de acabar encerrado, maltratado, aislado…
Nos debiéramos poner un poco en la piel de los ancianos. ¿Qué se siente cuando te consideran un estorbo? ¿Qué pensaría el pobre abuelo de la noticia cuando vio alejarse raudo el coche de la que creía era su familia?
Vivimos tiempos difíciles,. Un día lees que un hombre ha fallecido a la puerta de un hospital sin que nadie le atendiera; otro es un anciano abandonado en una gasolinera; o el asesinato de un joven por no llevar tabaco…
Ocurre en todos lados; hemos perdido el sentido de comprender el dolor del otro. Solo nos queda correr, correr para llegar a lo más alto, vivir sin dar ni darnos ni un respiro; sin dedicar ni un momento a los demás; que solo son inútiles, esclavos o simple y llanamente enemigos.
Así seguiremos, hasta que un día quizás a nosotros nos abandonen en una gasolinera; o caigamos rendidos sobre el asfalto sin que nadie se detenga; pasando por encima para no adquirir un nuevo problema en nuestras vidas; ya cargadas de problemas de antemano.
La semana que viene hablaremos de la sucesión de la corona, si no me lo machaca el Barrasus antes.
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