Costumbre absurda esa de pisar al ser vivo y pisotearse en palabras frente a lo desconocido, a lo divino.
De besar sus pies, ultrajan las vidas de los humanos, justificando su miseria con la gloria de lo que no pueden asegurar como cierto.
Sangran sus manos en nombre de Dios, para demostrar que la sangre de Cristo aun se derrama en el mundo y que su cruz -que han de cargar- es el yugo eterno de su miseria por ser humanidad.
Desde su pomposidad se levantan temprano al templo, miran con desden la miseria humana desde sus lindos autos, donan el peso en el super, y gastan el sudor de sus empleados en lindos burdeles que luego condenan por inmorales.
Costumbre absurda esa de plegar los ojos frente a lo no-vidente, anestesiando sus vistas hacia lo divino, inmoralizando el cuerpo y su derecho a vivir, a descubrir, a conocer, por el hecho de encontrarlo mundano.
Costumbre absurda esa de vivir esperanzado en el mas alla y costumbre perversa e inhumana esa de sostener el poder de su existencia con charlatanerias y asumision de clases.