Hoy fui a casa de mi madre, aprovechando el hermoso día de sol de fin de semana. Sin avisarle, pasé a comprar unas galletas para tomar once con ella, y así conversar de tantos temas variados con los que salpicamos esos ratitos juntas, riéndonos como de costumbre, de tanta tontera que sucede en la vida.
Di unos golpes en la puerta y luego decidí entrar con la llave que guardo en mi cartera. Me inundó el silencio, mi madre no estaba. Recorrí las habitaciones buscándola, pero seguramente debió salir.
Me recosté en el sofá del living un instante mientras pensaba que hacer, ¿me quedo unos momentos esperándola o me voy?.
Sobre la mesa de centro, un hermoso jarrón lleno de olorosas y coloridas flores atrajo mi mirada unos instantes, a mamá le encantan las flores, seguramente lo había arreglado en la mañana, cortándolas de la gran variedad que tiene en su jardín.
Luego observé las paredes, y me detuve a contemplar algunos cuadros pintados por mi padre.
¿Cómo se encontrará su taller?, hace tiempo que no lo visito. _ ¿Me acompañas a visitar tu rincón favorito papá? _ ...exclamé en voz alta como si él estuviera allí conmigo.
Caminé sintiendo que estabas junto a mí, hasta llegar allá, frente a la puerta de madera adornada con algunas figuras un poco más oscuras con que tú mismo la habías decorado papá, y sentí una sensación de ternura muy honda. Mi piel erizada y mi mente abriéndose a la nostalgia, me empujaron a entrar.
Todo permanecía igual que como lo dejaste. Tus pasos aún los siento en mi memoria, y me parece que te veré emerger desde detrás de algún caballete, con tu delantal azul, y en una mano tus pinceles que acabas de limpiar, o alguno manchado de pintura, por estar trabajando en un cuadro nuevo, y tu amplia sonrisa al mirarme, diciendo como siempre _¡hola hermosa mujer!_
De ti todo se dibuja nuevamente para mí. Entrar en tu atelier, con sus paredes de madera barnizada, adornadas de tantos cuadros salidos de tu mano, me hace querer dibujarte ante mis ojos nuevamente, perfilar tu alta figura junto a los caballetes que sostienen las telas terminadas hace tiempo. Traerte hasta el ahora, como si aún fuera ayer.
Es que lo necesito en este momento. Verte aunque sea un minuto y poder sentir uno de esos abrazos que guardabas para mí en la noche de año nuevo cada año. Ese apretado abrazo que expresaba tu cariño sin palabras pero con mucha intensidad y que tanto extrañé desde la primera noche de nuevo año que llegó sin que estuvieras.
Todo es silencio ahora. La luz del sol de media tarde se filtra a raudales por los ventanales de este cuarto, iluminando el amplio abanico de colores esparcido en el entorno. Tú eras rosa cromática, eras la paleta manchada de colores entre tus manos. Tú eras el aroma a diluyente que flotaba en el aire, eras el olor de tus dedos teñidos con el óleo de los pomos de pintura que estaban desparramados sobre el mesón.
Tus cuadros de paisajes marinos, de olas, playa, arena, copia fiel de alguna fotografía nuestra en algún verano de infancia, que se quedó guardado allá en el tiempo y en nuestros recuerdos, y que tú quisiste emular sobre algún lienzo.
Esos otros con hermosos paisajes llenos de verdor y montañas, algunos retratos nuestros, y tantos más de estilos un poco menos realistas, donde los colores vibraban entre las líneas.
Es tan grande la sensación de nostalgia que me invade mientras las horas van salpicando de arreboles dorados las paredes del taller. Como en esos atardeceres silenciosos en alguna playa, cuando observábamos juntos sentados sobre la arena, cómo el sol dibujaba su despedida de finos rayos sobre las olas aquietadas en esas aguas somnolientas.
Sentada sobre el taburete que ocupabas en tus interminables horas de colores, aromas y melodías, que te transportaban a otro mundo, miro a través de un velo de profundo amor y nostalgia que se instaló sobre mis ojos, por un último instante, todo lo que ha quedado guardado en este lugar, y una tardía sensación de abandono me envuelve, desde la soledad de mi alma que te añora al interior de todos sus rincones.
Luego mis dedos suavemente rozan cada pintura, como queriendo llevarte ahora conmigo cuando salga de aquí. Mis labios sonríen con ternura mientras pienso que es a ti a quién estoy acariciando papá, desde mi corazón de hija que te adora y que siempre te buscará en este cuarto cercano.
El sonido de la puerta de calle al cerrarse, me saca de estos íntimos pensamientos. Seguramente llegó mamá.
Cierro lentamente la puerta del taller sabiendo que puedo volver cuando yo quiera. Me quedo un instante suspendida en el tiempo, con mi mente casi en blanco, pero sintiéndome cálida por dentro.
Luego avanzo hacia la cocina al encuentro de mi madre. Pienso que ella seguramente ha tenido muchos momentos como éste que acabo de vivir.
Pero ahora es ahora, y hoy debemos reír.
09.05.2005 |