El sonido imperceptible de las miradas,
esas que dicen “te espero”,
no es más que una fugaz y triste bala en el bolsillo
que ha disparado una y mil veces a otros corazones,
a otras almas.
Por eso,
en el sinsentido de mi vida me vuelvo aire,
me vuelvo fuego,
para que en mi mal despertar pueda ejercer de ello,
y no de victima de mirada,
y no de luna en noche alada,
y no de beso ni de orgasmo
que en el motel de cualquier calle, cualquier acera,
se pierda triste entre la niebla.
Voy a ejercer de raído y mustio verso,
un verso de esos que nunca dicen te quiero,
de esos que amoratan el sentimiento,
de esos que beben en la saliva de los besos que nunca me dieron.
Ahora vamos, dilo tantas veces como quieras,
seguiré coronando el hastío con alambre de espinas,
seguiré surcando mareas en un barco de papel,
trasegando mi tormento de sol a sol, de luna en luna,
de piel en piel. |