Te encanta. Porque pese a que somos dos los que estamos bajo las sabanas, fui yo el que hice el primer movimiento. Hace tiempo que te morías de ganas pero no hiciste nada. Solo pusiste tu trampa y esperaste.
Esperaste a través de las largas tardes de estudio, donde sabias como te miraba. Como te observaba mientras tus labios se movían sin emitir un sonido, mientras leías. Y como sufría porque no eras mías, porque tenia que conformarme con tenerte a la distancia, en mis fantasías.
Poco sabía yo que dentro de tu cabeza, también estábamos juntos. Que las risas que embrujaron a medio Valparaíso eran para mí y me invitaban a atreverme. Era yo el que debía dar el primer paso. Tomar las riendas y asumir las consecuencias, absolviéndote de toda culpa, dejándote sin mancha. Pero eso era algo para lo que no estaba preparado, y que implicaba muchas cosas. Tenerte era ser feliz, pero con un tipo de felicidad que llega con el final.
Con el tiempo aprendí a entenderte, y nuestras conversaciones se hicieron mas obvias. Ya no solo me entregabas señales, sino que me las gritabas también. Y poco a poco el cariño que sentía, creció, dándome el valor para hablarte de él, para ver si podías responder
Claro y ahora me miras y te ríes. Te parece gracioso, pero para mi no lo es. Probablemente, esto sea lo mas apasionado que haga jamás. Por eso mis besos te dejan si aliento, por eso quedas exhausta después de que hacemos el amor. Me cobro lo que me debes. Porque en un rato mas, deberás levantarte y tomaras una ducha, y te pondrás su perfume favorito. Llegaremos juntos a su casa donde nos estará esperando para tomar té. Luego estudiaremos los tres y tus pies me buscaran debajo de la mesa, mientras el acaricia tu mano. Y al final de la noche deberé dejar el departamento de mi mejor amigo y a ti con el. Porque el siempre estará primero.
Porque me enamore de ti y yo tengo la culpa.
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