Afuera hace frío; vuelve el frío cuando uno se siente abandonado, exiliado, sin familia. Y te veo Marcos, a través de estos viejos cristales de la única ventana, y no entiendo porque me sacaste de la casa, de nuestro hogar, y no comprendo porque yo debo pagar tu angustia y confusión y ahora tu soledad. Te miro por la ventana con el deseo de que me dejes entrar y que todo cambie. Tú deseabas esto mismo, un cambio. Y ahora sobrevino, y Laura se fue. Aunque resistió tu irritabilidad que no es otra cosa que tu zona vulnerable, tus inquietudes y angustias, tus pensamientos, se fue. Se marcho llorando, porque aún estaba enamorada, porque creía. Y tú me corriste porque querías estar solo, pero antes me habías dicho que la soledad era tu peor miedo.
Y todo cambio, y Laura, la chica que nunca vi reír te hizo cosquillas en el alma. Reías y resplandecías como nunca lo había visto. Cómo lo negabas, pero tus ojos eran nuevos. Ya no queda el silencio de Laura, ni su mirada a través de la ventana. ¿ Que veía?. ¿qué quería ver? ¿qué esperaba?
Sólo estas tu, y yo afuera de nuestro hogar. Ahora hay otro silencio que grita ausencia y tratas de negarlo ahogándolo con falso desdén y risa. Todo cambio. Ya no esta Laura, la chica triste que te hacía reír. No. Ahora contienes el llanto y la risa mermo y me sacaste porque yo tampoco te comprendía. ¿Y ahora? Nadie te puede ayudar, nadie. Pero tu complejidad no sobrepasaba la de Laura, aunque ella nunca lo dijera, aunque siempre fuese callada, tranquila y lenta. Siempre anduvo arropada por el silencio.
Abriste la puerta y con inconsciente empujón arrojaste años de intento de comunicación y caricias. Todo cambio. Pero la presencia de ella fue impregnada en ciertos rincones, donde se sentaba a pensar, absorta y a resistir la pobreza. Ella me lo enseño también, pero tu a lo último no lo supiste aplicar. Me enseño a transformar el mundo desde adentro y mis ojos estaban transmutando su forma de ver. Todo está adentro –decía ella- Y se quedaba mirando la casa como si fuera lago nuevo y me asustaba. Pero, confieso, ahora tiemblo de miedo porque Laura ya no me va asustar con sus silencios y tu no sonríes y retorna el rostro con el que te conocí. Y yo te observo y tu no ves nada, aunque tus ojos estén frente a la pantalla. Luego, caminas con ese andar desmotivado y con la mirada perdida, como quien recuerda, como quien confirma que todo es efímero. Oye Marcos, si te pudieras ver.
Pero nada te costaba, hubieses hecho el intento de atender primero, aunque estuviese harto de ser rechazado, siempre esperabas a que Laura viniese a ti, diera el primer paso, y en todo caso tu rechazar antes que ocurriera lo mismo. Y no sueltas ese miedo, a pesar de su dolor. Y no cedes, a pesar de que Laura se fue bajo el silencio, otra vez. Se te olvidaron las palabras que con ahínco aprendí ¿Ya se te olvidaron? ¿ o nunca se te encarnaron?. Y te vuelves a enredar solo.
Con la amnesia me echas y te ríes, pero tu nunca reíste para afuera y por eso desconfío. Yo también extraño la compañía, el calor de Laura y de ti. Oye Marcos, perdónate y perdónalos a todos, nadie es culpable en este mundo, nadie sabe lo que hace, tu me lo enseñaste alguna vez y era maravilloso verte sonreír y ver tus ojos y saborear tus palabras sabias.
Te miro como espía desde esta ventana y también pareces tener frío. Sal de allí, pienso, pero no lo digo, porque en ese estado nadie escucha y tampoco ve. Caminemos una vez más, como antes, para no pensar más y disfrutar el aire, para cansarnos y dormir profundamente; y me silencio porque tu me lo enseñaste y Laura te lo enseño a ti. Ahora veremos que sucede con la distancia que hay entre palabras y realidad ¿existe?. Ahora esperare a que me dejes entrar, mientras tu soledad te habla y las cenizas del ayer te hagan recobrar la conciencia. Laura también lo espera.