Laura me invito a pasar a su casa. Dudé en aceptar durante cuatro segundos, al cabo de los cuales ella me pregunto "¿qué pasa? ¿no quieres venir?". Lo tomé como una insistencia y acepté de buena gana. Estacioné el coche y mientras me desabrochaba el cinturon de seguridad ella abrio la portezuela de su lado y salió del auto dandome una vista inigualable de su increíble trasero enfundado en esos jeans de bolsas pequeñas que tantas veces me han inspirado en mis masturbaciones.
Salí del auto. De inmediato razoné que no traía condones. Tenia que pensar rápido. En la esquina habia un Superama. Le dije a Laura que la alcanzaría en un minuto que iba a comprar mas cigarros. Ella me vio a los ojos por dos segundos, luego sonrió y me dijo "ok, me tocas, es el 320". Feliz, con las manos y las piernas temblandome fui al superama y compre dos cajas de Sico, una de performance y otra de sensitive, previniendo que los primeros me ayudarian a evitar la embarazosa situación de la eyaculación precoz para los tres primeros palos y que los segundos serian para el resto de la madrugada donde ya no tendria que preocuparme por ello. Compré además los famosos cigarros, una coca de a litro, una botella de agua, chicles y un encendedor nuevo porque el que traia ya estaba fallando. La empleada me atendió muy sonriente, casi como felicitándome por la feliz cogidota que me esperaba.
Al salir del supermercado sentí el aire frio de la noche. Luego una
sensación repentina de calor en la cara y una mano que se posaba con fuerza en mi espalda.
-Caminale derechito y no hables. No vayas a intentar ninguna pendejada, ¿eh? -dijo la voz de un bato que me empujaba. Sin soltarme la espalda puso otra mano en mi cabeza para que no pudiera voltear a verlo.
-Qué pedo... hey qué pasa, que pasó, que pasó
-Shh, ¿que no dije que te callaras, pendejo? ¿eh?
Guarde silencio hasta que llegamos a un lugar del estacionamiento atrás de dos trocas sport. El asaltante me empujó contra una y luego se me puso enfrente. Mis manos aun sostenían las llaves y la bolsa del super.
- Dame la lana. Dame las tarjetas y dame las llaves de tu nave.
- No, no mames, cómo que las llaves de mi coche, por favor, vivo muy lejos, deveras lo necesito...
- Cállate hijo de la chingada, o te lleva la verga.
- Mira, traigo doscientos pesos - dejé en el suelo la bolsa y me metí la mano en la chamarra para sacar mi cartera. El espero a verla y sin decir agua va me la arrebató.
La cartera sólo traia doscientos pesos como dije. La tarjeta de crédito nunca la llevo conmigo y la del cajero la había dejado en la casa, despues de sacar mil pesos en la mañana. Me cayó el veinte de cuánto biro me habia gastado ese día. Lo demás eran credenciales, recibos y un chingo de telefonos en hojitas postit.
- Dame lo demás o te carga la puritita chingada, naco - y yo me cagué de la risa, creo que de los nervios. Un putazote en la mejilla con la mano abierta me volvió a dar la seriedad que el momento ameritaba.
- Neta, neta, solamente traigo eso, salí con mi chava y solo eso me quedó. No traigo tarjetas, las dejé en la casa.
- Qué compraste. Que trais en la bolsa
- Puras mamadas, coca cola y cigarros - no terminé de decir eso cuando el mono tomó la bolsa y sacó con violencia el contenido.
- Ay, papacito, te ibas a ponchar a tu vieja
- No, no me iba, me voy a cojer a mi vieja - dije subitamente envalentonado. Por toda respuesta el guey rió con sorna mientras se encendía uno de mis tabiros y se guardaba la cajetilla, el muy ojete.
- On´ ta tu coche. Me lo llevo y te dejo en paz con tu pinche zorrita.
- ya guey no mames, neta no me hagas esto, es un carro viejo, lo uso para ir a la escuela y a la chamba.
- Vete a la verga pendejo, a los estudiantitos yupis como tú siempre se los carga la chingada.
- Es el topaz blanco ese que se ve a media cuadra.
- ¿Esa chingadera?
- te estoy diciendo
- puta, no mameeees. Como un topaz, cabrooooon, que pendejada es esta-dijo pateando en el suelo, casi haciendo berrinche.
- qué quieres que haga
- a ver, quiero que lo abras, y si no es tu coche te voy a poner una madriza que de mi te vas a acordar toda la vida - dicho lo cual me llevo a empujones hasta el topaz. Llegando ahí lo abri en dos patadas. Le hice cara de "te lo dije" y el se metió a buscar algo de valor en el carro.
- ni radio traes, carnal.
- Ahí está el radio con caset, ¿no lo ves?
- esa madre es del año de la canica. Es BASURA. Chaaaale. Ora pues. Nomas porque no te quiero echar a peder tu noche romántica (esto ultimo dicho arremedando una voz feminoide). Llégale. No me voy a llevar tu coche. Pero sí me vas a hacer un favor:
Vas a irle a decir a tu novia que te dé lo que traiga de lana a cambio de que no me lleve tu coche, y me lo bajas a dar. Me vas a decir en que departamento vive y voy a esperarte en el porton. Y mira, palabrita que si no bajas en dos minutos, te vas a acordar de mí.
- Ya. Ya. Ok, Ok. Voy a traerte mas lana - mi estómago empezaba ya a revolverse.
Le indiqué al tipo que Laura vivia en el departamento 320. Como no me creyera toqué y pedí a Laura que me abriera el interfon. Ella contesto a todas luces molesta por mi tardanza, pero notó que mi voz denotaba susto. Preguntó qué estaba pasando.
- Déjame subir, Laura, ahorita te explico- sonó el timbre del seguro y me metí. El gandalla asaltante no dejó que se cerrara la puerta.
- En buena onda tengo que cerrar.
- No vas a cerrar. Yo aquí me quedo. Dos minutos o empiezo a darle cristalazos a estos carritos.
- No, en buena onda no, ahorita bajo.
Corrí escaleras arriba. Laura abrió antes de que tocara y me vió con ojos de pistola.
- No hagas tanto ruido, ¿que quieres que todo mundo se entere de que estás aquí? ¿que crees que la gente no duerme o qué?
- Shh Shh. Métete, por favor ahorita te explico
En veinte palabras relaté a Laura lo sucedido. Ella, como es su costumbre, estaba poniendo más atención a cómo estaba yo parado, a la bolsa con sendas cajas de condones y botellas que puse en la mesa, a mi voz temblorosa y a mi cabello despeinado.
- Contigo siempre se echa TODO a perder. En buena onda, creí que ya habías madurado un poquito, pero sigues siendo un idiota.
- Bueno Laura, ¿pero que crees que esto es mi culpa o qué?
- No tenías nada a qué ir a la tienda, pero te encanta complicarlo todo.
- Bueno, es que...
- No se quién te aseguró que íbamos a coger. Si sales con una chava lo peor que puedes hacer es comprar condones delante de ella
- Laura... por favor, mira que... por favor. Dame lo que tengas, doscientos, lo que sea, ahorita subo y terminamos esta discusión.
- No, que se vaya al diablo. Yo no tengo porqué darle nada.
- Va a robarse los carros del estacionamiento.
- ¿Lo dejaste entrar al estacionamiento? ¿Pero que estás estúpido?
- Laura, trae una navaja... - y ella me arremedó horrible, lo que me dió mucho coraje. Se metió a su cuarto, salió con su bolsa y sacó un billete de doscientos.
- Eres un PENDEJO. Un PENDEJO. Voy a llamar a la policía.
- Laura, no hagas tonterías. Mejor bajamos juntos, asi se va más rápido.
- ¿Qué? Estás menso. Yo no bajo - y su cara hizo mueca de burla. Yo empecé realmente a odiarla.
- Ahorita vengo.
- ¿Sabes qué? Mejor no. Ya no vengas.
- Chinga a tu madre, Laura - y salí del apartamento con los doscientos pesos y dando un portazo.
Bajé las escaleras y el cuate estaba ya acechando un Jetta rojo. Corrí hacia el y le dije que por favor tomara los doscientos pesos y se largara. Los tomó, se los guardó y luego, cínicamente me dijo que no eran suficientes. Me pidió que subiera por más. Que al menos quería mil.
- ¿Qué? Mira, yo ya no tengo más. Mi chava ya se enojó, yo ya me enojé y me voy a ir de aquí. En buena onda vete a asaltar a alguien mas pendejo que yo.
- Me cae que subo y me la cojo.
- Pues sube y cógetela. Me vale madre - y el cuate ahí si ya no supo qué decir, y hasta se hizo a un lado mientras yo me encaminaba a la puerta.
Llegué a mi carro, lo abrí emputadísimo y ya al volante vi de reojo que el asaltante salía del edificio. La puerta se cerró tras de él. Se acercó a al auto rápidamente y yo esperé que hiciera algo violento. Por eso no cejé en mi empeño de tratar de arrancar y largarme. El carro por fin cooperó. Pero él, ya aun lado del coche tocó en el vidrio y ¡se hizo para atrás! Me hizo señas de que abriera la ventanilla, que me quería decir algo. El auto ya estaba encendido, mis manos aferradas del volante. Suspiré y bajé el cristal dos centímetros. El caco se acercó y empezó a hablar.
- Mira mi buen: Este... yo asalto porque no tengo nada ni a nadie. Me corrieron de mi trabajo, y luego mi esposa me dejó por otro, la muy perra. No tengo casa ni nada, ¿ves? por eso asalto gente. Pero, eh, no soy mala persona mi cuate, yo tengo una educación. Mira, este, hagamos una cosa. Sube con tu chava, pidele una disculpa, dile que yo deveras me veía muy necesitado o que estaba chemo. Las viejas entienden esas cosas. Es más, ten los doscientos que te dió ella, y pues discúlpame, todos estamos jodidos, ¿o no?.
Estaba hecho bolas. El asaltante me estaba pidiendo que subiera a contentarme con mi chava, y me estaba devolviendo una lana. Laura seguro estaba encabronada pero yo solo tenía claro que la había invitado al cine, a cenar y a bailar, que me habìa gastado casi setecientos pesos, que la había estado trabajando toda la semana desde que nos volvimos a ver y que la deseaba un chingo.
- Ok. Ya quédate con la lana. Voy a ver si me abre. Pero si me estás tratando de engañar, de una vez te digo que qué poca madre.
- Maestro, te digo que no hago esto por ojete, sino por necesidad. Neta que se lo que es andar enojado con una vieja, ora si que se por las que estás pasando.
- Chale. Pues a ver si me abre.
Toqué el timbre. Laura contestó casi al instante. Le pregunté si me dejaba subir a hablar. Un segundo después sonó la chicharra.
- Suerte, mi buen - dijo el caco que estaba parado atrás de un árbol. Se estaba encendiendo otro de mis tabacos.
- Pasate uno, ¿no?
- Va.
Subí, Laura me esperaba con cara de gatito. Nos besamos. Le pedí disculpas, ella pidió disculpas a mi también. Fuimos a su silloncito. Empezó el faje. Mis manos no paraban de posarse por cada curva de su buenez. ¡Al fin! Ella me dejó hacerle lo que quise. Fuimos a la cama. Nos quitamos la ropa. Me puse un condón, sensitive pensando estùpidamente que no me hacía falta el performance. Comenzó lo bueno. Pero al minuto empezé sentir que mi erección se iba lentamente. Era una mezcla de todo, del previo enojo de Laura, de la adrenalina del asalto... y de que de alguna manera, era claro que ella estaba fingiendo algo que no sentía. Para colmo, una foto de su novio Juan Armando, uno de mis mejores amigos, estaba pegada en la pared hacia la que daba mi vista. Intenté concentrarme, a final de cuentas estaba con la vieja mas buena de mi oficina, traté de pensar en lo que estaba sintiendo, en el cuerpo perfecto que me estaba chingando, pero todo fué inutil. Ella lo sintió, obviamente, y me volteó para quedar ella encima. Funcionó. Recuperé la erección de volada, pero entonces ya no pude controlarme. Solo se que debí de usar el performance. A los diez segundos empecé a eyacular violentamente mientras Laura se frustraba y se quitaba de encima con elevada brusquedad. Me dió un empujòn, muy enojada.
- Carajo. ¿y ahora?
- Perdona, es que... no me pude controlar amor, pero ahorita me recupero...
- ¿Sabes qué? Vistete y lárgate. Eres un inútil.
- Pero, Laura, mira, yo...
- Lárgate idiota, me das asco, ve nada más que imbécil eres. No se como acepté llegar a esto.
- Oye, ¿sabes qué? A mi no me hables así.
- ¡Ja Ja!. Estoy en mi casa y te digo lo que quiero. Idiota Idiota Idiota Idiota. ¡Ja Ja Ja! Pinche precocito. ¡Ja, Ja Ja! ni se te para. ¡Ja, Ja Ja!
Empecé a enrojecer. Mis puños a crisparse. Se me nublaba la vista del coraje. Estaba perdiendo la calma. Cada insulto de Laura era una invitación a darle un putazo. Se lo estaba ganando. Pero no, yo no hago esas cosas. Comenzé a vestirme lo más rápido que pude. Ella no dejaba de reirse de mi y de decirme cosas cada vez más hirientes. Me levanté del colchón y mientras Laura se reía de mí, medio cubriéndose con la cobija, yo examinaba el cuarto, buscando algo con qué vengarme. Al terminar de ponerme el suéter se me ocurrió.
Tomé el condón, viscoso y resbaladizo. Hice como que lo recogía para tirarlo a la basura, y entonces, viendo a Laura fijamente, concentrándome en como estaba disfrutando humillarme, estiré el condón como liga y lo solté. Di en el blanco, justo entre sus ojos. Ella quedó bañada en semen, con la cara adolorida, y con una mezcla de sorpresa, coraje y susto.
Riéndome a carcajadas salí del minidepartamentito. Los gritos de Laura todavía se oían cuando empezaba a bajar las escaleras.
Abajo todavía estaba el asaltante. Le platiqué lo sucedido entre risas. El no sabía muy bien como reaccionar, pero al final acabó sonriendo. Lo invité a comer unos tacos en la esquina. El aceptó y pagamos con el billete de doscientos que me había dado Laura. |