Es fácil, con palabras. Lo malo es si las palabras son como estas, escritas. Entonces, necesitarán ser leídas para, al menos, llenar el silencio de otros. Si es que al leerlas somos capaces de escuchar su susurro, no siempre es posible... A mí me ocurre, incluso al escribirlas, suenan en mi cabeza, dulce y despacio, casi como si de una canción de cuna se tratara.

Hay otras ausencias más difíciles de llenar, al fin y al cabo el silencio no es más que la ausencia del sonido. Y es bien cierto que, a veces, quizás demasiadas veces, se echa de menos un poco de silencio. Hoy en día, casi nunca podemos sentir el silencio en su plenitud, llega a ser como ese momento que de tanto recordarlo ya no sabes si lo inventaste u ocurrió de verás. Y lo que parecía una ausencia fué tan solo un sucedáneo.