Magníficas tentaciones
de lacerante lascivia
que insinuantes se ofrecen
inconscientes a la vista.
¡Ah! tú germinal especie
de delicados talles,
ópalos carnales
de la íntima excitación,
de la contracción genital
purulante en la insidia.
¡Ah! la areola desafiante,
extravagantes caderas,
pensiles depiladas piernas
palpitante de la esfera,
penetrables en repetidas afrentas.
¡Ah! la prominente curva
de los enhiestos senos
y la sacrificante loza
de los adustos glúteos
hendidura pétrea de desenfreno
del agitado cerebro,
martirio de las feromonas.
¡Ah! el pujante vientre
del umbilical encuentro,
de las convulsiones oscilantes,
del monte de Venus
convergencia protuberante,
vituperio del descalabro.
¡Ah! las flamantes greñas
del seductor microcéfalo,
de los sinuosos lóbulos,
del mentón, de los felinos ojos,
de la sonrisa in albis,
del convulsivo aliento.
¡Ah! de todos los labios
bucales y vaginales
con su gorja y uterina melosa lúbrica
ambrosía al sediento
y toda esa infraestructura
con suavidad de terciopelo,
sus frangolles brazos
con sus bíceps y sus manos
de perlados y frágiles dedos.
Venid hijos de los padres
a sufrir conmigo
en el éxtasis del género masculino,
en el desorden intracraneano
que te lleva a violar los esquemas
debidamente censurados,
incontenible germen humano
de los valores dolorosamente asumidos.
Deidades explosivas del telemundo,
de las comunidades modernas,
de las abiertas páginas web,
del Internet globalizado...
¿Hasta cuando nos torturan
con su prótesis de silicona
y sus cuerpos liposuccionados?.
18.01.2005
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