.amiga, te veo y me duele el alma de verte. Cómo sufres, cómo tus ojos están húmedos y aún cuando sabes que yo lo sé todo, guardas tus lágrimas y me impides decirte alguna palabra de consuelo porque no sirve decirte nada cuando te encierras en tu dolor. Trato de dormir aunque sé que no podré, si siento cada cierto tiempo tu cuerpo, temblando, salir de entre el calor de la cama, y te siento interminable en el baño, mientras esperas que esta noche horrible se acabe ya. Parece tan fácil cuando escuchas cuando lo hacen otras chicas, cómo al día siguiente no había pasado nada, ir a la universidad como si esa noche infernal hubiera sido una simple pesadilla.
Me cuentas en voz bajita, bajita, mientras tragas las lágrimas que quieren salir, cómo fue lo de la pastilla, y la jeringa y todo, como comprendes que la vida dentro tuyo ya no está allí, me explicas y trato de entender qué sensación es la de tener mil espadas atravesándote al mismo tiempo y por horas y minutos y segundos y eternidad mientras cae la sangre, cae todo lo que hay dentro como un cúmulo de algo que prefieres no ver para seguir aguantando hasta que salga el sol. Me duele pero sé que mi dolor es sólo ese vacío que queda en el corazón porque no hay nada más en qué pensar.
Ahora me arrepiento y siento que nunca podré sentirme bien por mi culpa. Porque consentí acompañarte en esto, porque te dije que estaba contigo cuando no es así, cuando me siento traidora de mi misma y de todo lo demás, de ti y de nuestra amistad, apañando algo que te causa más dolor del que pensaste. Y lo peor es que me engaño a mi misma, dándome excusas de mi proceder. Qué tontos somos, pensando que arrancar una vida es tan simple como tomar una pastilla y olvidarse del asunto. Como si porque un grupo de mujeres, desconocidas y lejanas, dice que es un derecho, la cosa se hiciera más fácil.
Y no es así, tus manos heladas, tu frente hirviente y las lágrimas que caen solas porque tus ojos se cansaron de luchar, todo eso me muestra el abominable monstruo que es la voluntad convertida en un egoísmo infantil que conlleva más dolor. Dolor del cuerpo y una enfermedad del alma que te amarga. Que cambia tu sonrisa a una mueca que intenta tapar tu expresión de yeso, tu imagen de un ser que no existe más que en tu mente. En s los zapatitos de aquella tienda le harían a sus piececitos que nunca llegaron a ser, en el costo de un vestidito que nadie usará.
y ahora tu duermes y yo lloro