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Diódoro llegó a su casa agotado, tras de flipear hamburguesas, grillear bistecs, barbacoyar ribs y dipfreir alitas de pollo por más de doce horas sin descanso. Chamba ingrata, pero milagrosamente bien pagada en el restaurancito de comida "auténticamente" americana en el que trabajaba a cambio de cash - casi el doble de lo que hacía en la pizca- y en el que lo trataban realmente bien por ser tan atento y tan entusiasta. "Algún día", le decía su jefe, Bob, un oklahomense entrado en años ,"tu tendrás dinero y harás tu sueño americano también, este país es para todos". Diódoro le ponía cara de contento, su cara pintaba una gran sonrisa de anhelo y de sueños de grandeza, y justo cuando el viejo se volteaba para atender la caja, Diódoro le pintaba un dedote sin que lo viera.

Su mujer, Dolores, de su misma edad -25 y contando-, lo esperaba en casa con un embarazo de seis meses. La meritita epoca de los antojos pues, viejo. Barriga inmensa, los senos a reventar y aún así, enfundada en una minifalda de mezclilla apretada (hasta donde daba) y tishert de los Cowboys de Dallas. Lo recibió con un beso oloroso a cebolla y a chicle bomba, y con un como-te-fue-gordo-te-hice-enchiladas que lo volvió a la vida. Diódoro se comió nomás siete de las tortillas bien llenas de pollo y queso, con mole verde, frijoles, arroz rojo, y ensalada de ejotes con jitomate; dos Coronas para bajárselo todo. Después sacó la panza de su encierro de cinturón piteado y se arranó a ver la telera con su mujer, empuñando una tercera cerveza en la mano. Eructaba satisfecho, ahhh, que pinche vida y que se tenga q ue acabar, verdad mi Lola, te quedaron chingonas las enchiladas, me cae.

Ya hacía dos años desde que llegaron de Milpa Alta, en el sur de la capital mexicana, hasta esa pequeña ciudad de Oregon.

Dolores sonreía, las manos ocupadas en la chambrita, siempre a la espera del teléfono, las ventas de ropa y de tamales caseros la tenían en calidad de corredora de bolsa, pero bien contenta porque ora si estaban cayendo los dolaritos, ora si que bueno gracias a Santa Clementina, que vieras que es bien milagrosa.

- Diódoroo....
- mmmhh - dijo el aludido entrecerrando los ojos al compas de las noticias de Univisión.
- Diodo, no te duermas, quedaste de colgar las luces en la ventana pues, me dijiste que lo ibas a hacer hoy, andale.
- mdsdshh...'tes chingando mbhshshdsad...ansado
- Pinchi Diodoro, que ingrato, si es de volada, andale, andale ¿si?.
- Ah, como chingas. No, Lola, mira son las once y media, nos van a mentar la madre los vecinos.
- Ay, ni es tan tarde, y mañana es sábado.
- mdsdshhhh'ta madreee - la resignación en la voz y el gorgoreo en las tripas que no podrían hacer la digestión como Dios manda, que caray.

En el closet del cuartito de atrás, ahí donde se quedaban los primos cuando venían a la pizca, entre mil triques, ropa vieja, una silla plegadiza y cajas con cobijas, encontró sus herramientas. Sacó el taladro, que era su posesión más preciada -lo agarró en una barata de Sears- y que desde su punto personal de vista, "estaba bien chingón". Tomó el martillo, unas pinzas de electricista, y todo lo puso en una caja vacía junto con algunos clavos y tornillos en un frasco que originalmente contuvo salsa de tomatillo.

La tarea doméstica requería de pasar el cable de la luz desde el interior de la casa donde estaba la conexión hasta el exterior donde la serie de navidad adormaría la ventana. El cable tendría que ser sacado a la interperie por un agujero que no existía, de ahí la necesidad del taladro. Diódoro decidió que el mejor lugar para la horadación era arriba del marco de la puerta, donde había una ventila hecha de madera. Se subió a una de las sillas del comedor, dibujó un punto con un lapiz, montó la broca y trastabillando un poco sobre la silla, empezó a hacer el agujero. Al terminarlo lo admiró satisfecho y empezó a pasar por el la extensión de cable, previamente despojada de su clavija.

- Diódoro, el enchufe está de este lado, creo que no te va a alcanzar el cable
- si alcanza, son seis metros, ¿no?
- aish, pero es que se va a ver feo si lo jalas para este lado
- ay pinchi Dolores, como friegas me cae, mija.
- Viejo, no seas flojo, hazlo de este lado, ya estás ahí arriba
- bueno, va.

Veintitres segundos después de le segunda perforación, alguien tocó a la puerta con furia. Diódoro estaba tratando de bajarse de la silla, pero el cable del taladro estaba enredado con una lámpara. Mientras los guamazos sonaban, el hombre trataba de organizarse con las dos manos ocupadas, pero la prisa por abrir lo volvía aún mas torpe. Al fin se bajó de la silla, puso la cadena de seguridad y abrió la chapa, preguntando "ju is it".

- I am your upstairs neighbor. It's midnight and you are making holes with drill. Stop it or I am going to call the cops. Allright?
- lles, lles, sorri, oquei? jab a gud naigt.

El vecino, afroamericano, metro y noventa y seis de estatuta, músculos de hierro y mirada de escualo quedó en silencio por unos segundos frente a la puerta, viendo a Diódoro a los ojos. Luego se dió media vuelta y se fué. En el camino iba murmurando maldiciones.

Dolores empezó a preguntar quien era mientras salía del baño. Diódoro juntaba el cable del taladro en bucles, sobre su mano extendida. No le contestó a su mujer, en parte por estar asustado de la violencia del vecino y en parte porque estaba enojado de haber sido obligado a hacer una tarea que de por si no le parecía adecuada para esas horas.

- Ay no Diódoro, no guardes el taladro, cuélgame el espejo del baño, que llevas prometiéndolo casi un año.
- Mañana lo pongo. Orita ya's tarde. Ya me cansé. Vamos a acostarnos, andale.
- No, no no, mañana te vas a ir a trabajar y ahí se va a quedar el espejo sin arreglar.
- Mañana, orita no. - Decididamente el hombre juntó sus cosas y empezó a caminar hacia el cuartito. Pero su mujer lo paró con una mano en el pecho
- Diódoro, tu antes me cumplias lo que te pedía. Ora que'stoy preñada ni me pelas, tú. - Dos lágrimas de perla, una de cada ojo, resbalaron por la mejilla de la embarazada.
- Lola, los vecinos se molestan, ya es tarde.- Pero por toda contestación, Dolores echo unas chilletadas con sorbidos de nariz.
- Ay... como chingas deveras, a ver quitate, donde está el espejo. Solo hago un hoyo, si se necesitan mas ya no.
- ¿Ya ves como si puedes? - dijo Dolores con una sonrisa caprichuda -. Está de este lado, atrás de la puerta.

Mientras Diódoro y Dolores discutían el lugar más adecuado para colgar el espejo, se oyeron unos ruidos extraños arriba. Sonaba a una mujer que gritaba y a un hombre que la golpeaba. Dolores apretó el brazo de su marido y se persginó. No obstante, el ruido continuó como si el hombre estuviese dando cachetadas muy rítmicamente, y los gritos se hicieron más continuos. Diódoro hizo lo posible por soltar la carcajada.

- Estan cogiendo... - dijo sonriendo a su mujer.
- Hijole, y yo creyendo que la estaba matando
- Pues casi, ¿eh?, pinches gritotes que pega la negra...
- ¡sshhhh! ¡callate, no me dejas oir!

Escucharon el porno gratuito por un medio minuto, luego Diódoro dijo que ese era el momento ideal para hacer el agujero del espejo, porque no había problema por el ruido. Conectó el taladro y lo empuño con firmeza. La broca fija en un punto sobre la madera corriente de la puerta del baño. En el piso de arriba la mujer del vecino gritaba como una desaforada ante las embestidas que recibía. A momentos reía y perdía el aliento. El vecino pujaba y decía palabras que eran imposibles de discernir por la distorsión de la pared. Diódoro sintió una erección fuerte, hacía casi un mes que no tenía sexo, y aunque trató de concentrarse en la puerta, algo más fuerte que el lo hacía querer seguir oyendo el coito hasta el final.

- Andale, que esperas, pues.
- Oh, que la, perate pues, ahi voy. Es que me desconcentro.
- Pinchi Diódoro, te etsita oir a la pinchi negra esa, ¿verdad?
- Me lleva la fregada, Lola, como crees, pues.
- Ve como estás, pareces burro en primavera.

A Diódoro le ganó la risa, y a Dolores se le contagió. En un momento estaban los dos recargados en los muebles del baño riendo a mandíbula batiente. Diódoro intuyó que no debía de reirse muy fuerte porque el vecino pensaría que lo estaban espiando. Se puso colorado como un tomate y su risa se volvió aguda, aspirada como un rebuzno. Dolores empezó a toser y a toser hasta que le vino un acceso de náusea y empezó a dar arcadas sobre la taza.

- Jajjjj... D- Dolores. Lola, Lola, ¿estás bien?

Por toda contestación Lola sacó por la boca la cena, los gansitos, la manzana, el helado, el dulce de tamarindo, las dos cocadas, el jitomate con sal y chile piquín, las aceitunas, el arroz con leche y las dos alitas de pollo kentucky que se había comido durante la tarde viendo la tele. Diódoro no aguantó el asco y le hizo segunda en el lavabo. Dolores jaló la palanca varias veces hasta que el agua quedó limpia, luego se sonó como mil veces la nariz con papel higiénico. Diódoro se enjuagaba la boca y la nariz con el agua del lavabo, mientras trataba de limpiarlo. Se miraron con odio y con risa. Difícil era enojarse ante una situación así.

Siete toquidos que parecían estar hechos con la culata de un cañon sonaron en la puerta. Luego varias patadas y fuertes "open the door motherfocka". Diódoro caminó hacia la sala aún sorbiéndose la naríz y secándose la cara con las mangas de la camisa. Abrió la puerta, la cadenita de seguridad bien colocada. Obviamente era el vecino, que traía amarrada una toalla en la cintura y una cara de muy pocos amigos.

- Listen, you son of a bitch. I took that hoe for a fondue dinner, then movies, candy, and one supersized mocha latte with whipped cream and a slice of cherry pound cake. Total of seventy three dollars and twenty five cents. That is how much I had to spend so I could bone her perfect ebony bubble ass. And you, you my friend, are sabotaging the whole thing. The Whole Fucking Thing. Stop fucking me around or I am going to come down again, I am going to drag your little brown ass around like a piece of old furniture and then I am going to ask you for my seventy two dollars back. Yo know why? Because obviously you do not have any respect for the other people living around you!
- Oquei, oquei, calm daun, calm daun, am sorri, sorri, no mor nois. Gud naigt.

Dolores salió del pasillo asustada. Con el reverso de un brazo se secaba el agua que se había echado en la cara y con el otro se sobaba la barriga. Sus cabellos estaban desordenados.

- Se enojó ¿verdad?
- Noooo, como crees.
- Bueno, pues, mañana ponemos el espejo.
- Si, ya. Ya vámonos a dormir, ándale.

Se quitaron los dos los zapatos, Diódoro la camisa y el pantalón, Dolores la falda de mezclilla y las calcetas rosas. Apagaron la luz y se acostaron.

- Ya viejo, ya merito me alivio, perdoname, es que me pongo como loca pues.
- ora, ya, ahi murió, pues.
- Nomás que ora me quedé con hambre, es que saqué todo lo que me hizo comer el niño.
- Pues aguantate, ya mañana desayunas.
- Si, viejo.- silencio, dos minutos- . Diódoro, pero es que me da mucha lata, quiero pan con pasas como el que dijo el negro que se comió su novia.
- Mira Dolores, estarás embarazada pero ya me estás colmando la paciencia.
- sssst. es que hasta se me hace agua la boca viejo
- De dónde voy a sacar pan de pasas orita. Si quieres te traigo un bolillo.
- No, no , mira, en el supercito de Winston roud, ahi vende el señor un panqué que
es como Bimbo.
- ¿Dónde? Vieja son casi la una. NO ME ESTES CHINGANDO
- Diódoro, no soy yo, es el chamaco pues.

En eso los vecinos reincidieron en su pasión y empezaron una escandalosa sesión de sexo anal acompañado de fuertes rechinidos de resortes de cama, gritos desaforados de "yes, yes yes" y "take it, hon, take it like a pro". Diódoro sintió que le hervía la cabeza. Se paró de la cama y se puso la chamarra, el pantalón y los zapatos sin calcetines. Tomó su cartera y sus llaves.

- Ay Diódoro pues, que quieres, están cogiendo nada mas.
- Pues voy por tu pinchi panqué bimbo mientras terminan.
- Ay no, no me dejes sola con estos cabrones
- Mira Dolores, acuestate y cállate, ahorita regreso.

Los "ahh ahh ahh" siguieron acompañados de risas y gritos. "Cuiqui, Cuiqui, Cuiqui" hacía el techo de la recámara. Diódoro caminó hacia la sala y por no fijarse se dió con una pata de un sofá en la espinilla. Comenzó a maldecir en español, en mixteco, en inglés, y luego de nuevo en español. Se recargó sobre el mueble de la televisión , cargado de cosas y tiró una torre de discos y libros. Volvió a mentar a la madre de todos los que se le ocurrieron.

Dolores ya estaba levantada y orinaba en el baño. Salió, y al llegar a la sala vió a su marido mas calmado, pero sobándose la pantorrilla.

- Te pegaste, ¿verdá, viejo? Ay, virgen santa, es que eres rete atravancado pues. Ven, deja te sobo con manteca porque si no se te hace moretón y te va a doler más.
- Lola, sabes que, ya vámonos a dormir, mañana te compro dos panqués si quieres.
- Orita con un licuado de fresas se me quita el antojo. ¿quieres?
- ¿De fresas?
- Me las regaló doña Rosa, son de la parte orgánica de la huerta.
- Ah, pus si, si quiero.
- ¿Te acuerdas cuando tomábamos licuado afuera de la secundaria?
- Uta, y que tal los tacos de canasta, de papa y de mole
- Y los chicharrones con salsita valentina, viejo.
- Sale pues, menos palabras y mas atsión, ñora.

Al oir la licuadora, el vecino, Charles W. Barry, treinta y cuatro años de edad, veterano de la guerra del Golfo Pérsico, ex-convicto y empleado de limpieza de la Green Mountain High School, perdió la erección de nuevo y decidió bajar a cumplir su sueño de ser dentista haciéndole una endodoncia al vecino con su propio taladro Black and Decker.

- Fucking mexicans, those noisy bitches. I hate those fuckers.

Tonishia Mc Laren, treinta y dos años, dos hijos, madre diabética y curvas tipo Beyoncé Knowles, ignoró el comentario, tomó su celular y empezó a marcarle a su mejor amiga mientras su novio emprendía otro viaje al departamento de abajo.

Texto agregado el 08-05-2005, y leído por 451 visitantes. (0 votos)


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