Ernesto viste ojotas, bermuda y camiseta sin mangas de varios días con un hombro por encima del otro. Se sienta en una esquina de la avenida sobre un esqueleto de metal y un montón de cartones amortiguan su peso. Ernesto tiene también una mesa improvisada para la intemperie sobre la que posa el tabaco mercancía. Vende cigarrillos importados y baratos a los obreros que van rumbo al trabajo y que vuelven derrotados. En el que fuera un cartel que alguna vez también fue luminoso amontona sus botellas de plástico. Ernesto se sienta y espera el paso de los clientes y de los días, de los colectivos y la vida. Cuando llueve se refugia bajo el techo del telecentro de noche le da un paquete al empleado. Ernesto me mira adormecido desde su puesto de tabaco y me explica que no fuma porque el cigarrillo mata.
Texto agregado el 08-05-2005, y leído por 235 visitantes. (4 votos)