Durante mi estancia en Huelva durante el verano de 1999, durante una visita a mis tíos, tuve la ocasión de conocer a un singular personaje, amigo de mi primo Alberto. Creo recordar que se llamaba Manu o Jose, en tal caso el nombre no es importante así que le llamaremos Rafa. Pasaba las tardes ausente, y no siempre respondía a las preguntas que pudieras hacerle. Alberto me contó que había desarrollado una extraña amistad, y a menudo salían a tomar un vino a la bodega de un pariente. Pasaban la tarde sin pronunciar palabra, pero parece ser que para ambos la compañía les era grata. Rafa pasaba días pensando, casi nunca daba pistas sobre qué pensaba, pero a veces hacía algún balbuceo ininteligible. Ya pueden imaginar que semejante excentricidad no debía gustar a nadie, y Alberto era la única persona que toleraba tal actitud.
Dos días antes de marcharme me crucé con una amiga de mi primo cuando volvía de dar un paseo. Como es común se inició una conversación trivial, que terminó desembocando en Rafa. Parecerá raro, pero hasta el momento no se me había ocurrido preguntar por qué estaba siempre en ese estado, y casi sin darme cuenta me vi preguntándoselo. Llanamente me respondió que estaba así porque de pequeño le había poseído el diablo y durante dos semanas dos exorcistas le aplicaron toda clase de “métodos” para expulsarlo. Inicialmente me sentí insultado por semejante explicación, después al ver la seriedad con que me narraba la historia sencillamente me indigné por la estupidez.
Suelo ser bastante incrédulo, pero por extraño que parezca había en esta historia algo oculto, o por lo menos es lo que pensé. De modo que la última noche quedé con mi primo Alberto y le pregunté sobre el tema. Inicialmente no le vi muy convencido a explicarme la historia, pero al final accedió. Y he de reconocer que después de escuchar la historia mi confusión creció tanto que creo que llegué a creerla.
Parece ser que Rafa era de por sí lo que denominan un “tío raro”, pero a diferencia de ahora por lo visto hablaba por los codos. Tenía una gran afición por el espiritismo, y de hecho parece ser que se lo tomaba con bastante seriedad y se enfadaba mucho cuando alguien hacía alguna broma al respecto. Según Alberto semanas antes a la “posesión” se interesó por la demonología y pasó varios días encerrado en su casa haciendo quien sabe que. Con inquietud pasó después a narrarme los pasos de su “posesión”. Su madre le encontró una tarde en una esquina de su habitación, en un extraño estado de trance y hablando un extraño idioma. Muy asustada llamó a su vecino que es médico y este acudió de inmediato. Tras revisarlo el médico dio un pasó atrás asustado y le diagnosticó “endemoniado” y no hizo otra cosa que salir corriendo. No tardo demasiado la madre en hacer lo mismo, presa de un ataque de histeria y ansiedad cuando su hijo de volvió demasiado violento y empezó a perseguirla hablándole ese extraño idioma. Tan convencido estaba el médico que llamó a dos conocidos exorcistas que residían en un pueblo cercano. Ambos, se presentaron en la casa varias horas después equipados con crucifijos y diversas sustancias que ellos mismos habían confeccionado. Tenían fama de haber practicado diversos exorcismos en diversas partes del país. Procedieron amarrando a Rafa, a quien la madre explicaría después al padre de Alberto, mi tío, su agonizante horror viendo el estado en el que se encontraba su hijo. Uno de los dos curas afirmó que el extraño idioma que el joven estaba hablando era hebreo antiguo, hecho que según ellos confirmaba que se trataba de una posesión, pues Rafa, como la misma madre había confirmado, nunca había estudiado hebreo. Varios días después pareció recuperarse, y cuando los dos exorcistas interpretaron que el demonio había sido expulsado se marcharon. Desde entonces Rafa quedó en el estado en el que se encuentra ahora, que algún médico ha llegado a referirse a su situación como un autismo anormal.
Después de escuchar la historia, aunque no quería creerla no pude evitar considerarla verosímil. Igual que para los dos curas, para Alberto el hecho de que hablara hebreo antiguo, era razón suficiente, además de su estado. Era imposible que Rafa hubiese aprendido hebreo.
Al marcharme seguí dándole vueltas al asunto, no había explicación, y todas las personas de allí estaban muy convencidas de que era cierto. No podía creerlo y por ello me atormentaba la duda, pero tras varios días de mi vuelta a la rutina olvidé el tema durante unos años. Hasta hace unas semanas.
Recibí una carta de mi primo Alberto. Rafa se había suicidado. Nadie sabía por qué, y los viejos fantasmas de la demonización resonaban de nuevo. Me explicaba que las investigaciones de los médicos habían llegado a aproximarse a su extraña situación. La hipótesis que barajaban era que Rafa era plenamente consciente de todo y que el funcionamiento de su cerebro era normal, pero que parecía tener una zona dañada que le impedía establecer comunicación con los demás. No recuerdo ahora que era exactamente. No era propiamente un autista.
Ciertamente no le di demasiada importancia al asunto, pero hace un par de días encontré un dato que me pareció relevante y sin darme cuenta he encontrado la solución a lo acontecido con Rafa. De pura casualidad hallé la información sobre una sustancia muy extraña que precisamente dañaba la misma parte del encéfalo que rafa. Es el extracto de una planta de México, y hete aquí mi sorpresa cuando leí fue prohibida en Estados Unidos cuando un famosos exorcista la aplicó a diversos posesos, causándoles un síndrome exactamente igual que el de Rafa. Paro aun había más, justo debajo encontré la clave del asunto. Rafa nunca había sido poseído.
Recordé minuciosamente la descripción que Alberto me hizo de los síntomas que su madre narró. Esto unido al dato que me facilitó en la reciente carta en la que me decía que sospechaban que Rafa había estado consumiendo alguna droga exótica. En el mismo libro donde había encontrado la información acerca de esa sustancia leí una curiosa historia. Cuando los españoles colonizaron Centroamérica uno de los ritos que más les llamó la atención era una práctica azteca que les llevaba a la “posesión” de ancestros y que tan solo algunos chamanes osaban intentarlo, sólo cuando necesitaban conocer algo muy importante. Obviamente los misioneros lo interpretaron como una posesión de Satanás. La sustancia que ingerían no era otra cosa que Peyote.
Probablemente Rafa debía de conocer esta historia, pues el hecho de que se interesara por la demonología de algún modo le pudo llevar a la misma información. Y es probable que intentara lograr el mismo estadio que los chamanes aztecas mediante la ingesta de peyote. Pues los síntomas que Alberto me narró eran exactamente los mismos que puede tener una persona cuando su cuerpo reacciona mal a causa de una sobredosis. Pero, ¿Cómo se explica que hablara hebreo? Recordé el título de uno de los libros que Rafa estaba leyendo, el cual no me costó demasiado encontrarlo en una tienda especializada, pues al parecer, según me dijo el vendedor era muy conocido. El libro contenía conjuros, uno de ellos era precisamente un método para ser poseído por el demonio, y contenía diversas frases en hebreo que debían pronunciarse. Por alguna extraña razón Rafa quería ser poseído y terminó provocándose a sí mismo una especie de autoposesión.
Excitado por la solución que creía haber hallado me apresuré a escribir una carta a mi primo. Y que sorprendente la casualidad cuando leí en el periódico que habían detenido a dos curas de Huelva, acusados de asesinar a un niño al administrarle cianuro durante un exorcismo. Esto no hacía más que confirmar mi tesis. Simplemente esos curas eran unos fanáticos tarados.
Tiempo después de enviarle la carta, bajo mi sorpresa recibí una contestación. Estaba impaciente por saber que opinaba Alberto de ello, llegué a pensar que probablemente se sentiría molesto, pues allí creían demasiado en estas historias. Pero su respuesta no me la esperaba en absoluto. Me dejó completamente frío, perplejo. No solamente estaba de acuerdo con mi hipótesis, y me felicitaba por haber llegado a ella, sino que me confesaba que desde el principio él ya lo sabía.
Cuando llegó el médico encontró el peyote y los libros, y en seguida dedujo lo que había sucedido. El mero hecho de pensar lo que ocurriría cuando la noticia se extendiera le produjo un ataque de ansiedad a su madre. Lo sorprendente fue que el médico, sabiéndolo llamó a los dos exorcistas para construir así una historia que ocultase el peyote y las prácticas de Rafa. Seguramente, conscientes de la profunda religiosidad de los vecinos la historia sería creíble. Pero parece ser que la estrambótica mentira se les fue de las manos. Por culpa de la intervención de sus redentores Rafa quedó completamente tocado, y por miedo a que se descubriera ocultó la historia a todos los vecinos.
Toda esta historia no hizo más que ponerme los pelos de punto. La pregunta ahora era ¿por qué Rafa se había suicidado? Y probablemente la respuesta esté en su misma escalofriante situación. Era plenamente consciente de todo lo que había sucedido, había sido testigo de los horribles tratamientos de los exorcistas, de la mentira, lo recordaba todo, pero era incapaz de comunicarse y explicarlo. Probablemente sufría continuamente por querer explicarlo. Su vida habría sido desde entonces como si hubiera vivido encerrado en una burbuja, observando impotente como al pedir a los demás que le sacaran de su jaula, el mundo le ignoraba completamente. En suma, Rafa había sido enterrado vivo por los retrógrados cerebros de sus verdugos.
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