VIAJEROS IX

Viajero: has llegado al terreno de las cuevas. Agitas tu paso. Te aceleras. Ves cercana la noche y las grutas están aún lejos. Nubes densas se suceden, en cámara lenta. Solo tu paso se apura. Esperas que la cueva no sea húmeda...que te proteja de las bestias...que te oculte de los enemigos. Esperas poder prender un fuego, tener una luz, esperas...Esperas que los agentes externos te sean benignos. Los agentes internos no lo son, te acosan para que abandones el camino. Lo haces por un momento, por breves instantes...por mucho tiempo. Pero tampoco eres feliz.
Recuerdas las manos que te infundieron calor. Pero recuerdas más aún el alma que anidaba tras las manos. Puedes decir recuerdo sin equivocarte. Recorriste su cuerpo hasta conocer sus necesidades con mas claridad que las tuyas propias. Te escondiste en el hueco de sus ojos, tus recursos eran pocos. Todo se mueve y solo deseas llorar sobre la roca por ese amor que perdiste, o que no encontraste. Lloras por el equilibrio que tienes y no tuviste.
Sus manos no te esperan. Su mirada no te busca. ¿Vale la pena esta paz cerrada sobre ti? Eso te preguntas. ¿A qué precio ruin terminas de conocerte? Ni siquiera sabes con certeza si llegarás a conocerte plenamente algún día. Encontraste la cueva. Al final de ella ves la oscuridad tenebrosa del fondo de tu alma. Nada mas que esa intensa bruma que puebla tu alma de seres mitológicos y duendes severos. Las hadas no llevan luz al fondo de la cueva.
Estás solo de nuevo.
Viajero: descansa una noche más. El camino que te espera es arduo aún, tenebroso por partes. Austero y poco tranquilizador. Así es el camino. Llevas la música de las esferas celestes en tu interior. En tu mano, una bola transparente a la que puedes recurrir para alegrarte.
Viajero: buena suerte. Otra noche te ha alcanzado.