¿Recuerdas Hambre de Knut Hamsun? Yo jamás olvidaré aquel día que me presentaste ese libro, diciéndome: te regalo este título, tan parecido a tu cara. Eso fue en Granada, y más tarde, el cataclismo: abandonabas, con tus padres, a España, para regresar a Holanda, me dijiste, a un pueblo pequeño llamado Haarlem. Mi corazón saltó en mi pecho buscando escapar de la caja toráxica, sin embargo, reconfiguré en segundos todo mi descalabro interior y pude hablar: me voy contigo, y fue excitante ver tu reacción: tu rostro endureció su expresión, empalideciendo, pero tus labios, por el contrario, se abrieron húmedos por ese misterio de la carne invocando a la carne. Juré, entonces, desde ese momento en adelante, vivir donde tú vivieras. Además, no soy español ni holandés, me daba igual vivir en uno o en otro. Y en cualquiera de los dos, el reto era la supervivencia. Además, en España, ya los esbirros del franquismo olfateaban nuestras existencias de diminutos animales soñadores. Mientras tanto, intoxicados por el amor, la pasión juvenil, hasta lo más profundo de nuestras incipientes vidas, alimentábamos, frenéticos, nuestra creciente adicción por estar juntos. Nos amamos con la nítida resolución de los recién llegados al territorio de las caricias y los besos profundos y las almas incontaminadas. Pero hoy, treinta años sin vernos y leyendo las circunstancias, tan extrañas, pasmosas, como tú las llamas, de cómo mi dirección electrónica por fin llegó a tus manos, me emociona hasta el mismo llanto. Rápidamente, el mensaje, me reveló tu candor y franqueza: me reiteras la perdurabilidad de tu amor, no como un pacto asumido en medio de la tormenta que zarandeó nuestras vidas, sino, como una inevitable y formidable fuente de energías invisibles que nunca cesó de bombear sangre a nuestras esperanzas. Y yo estoy aturdido.
Date: Sat, 11 Jun 2003 09:54:21 -0500 (CDT)
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Subject: joaking?
To: “Joaquin Lopez”xxxxx.@yahoo.com
Mi nombre es Marion Mizthar y todo indica que le estoy escribiendo a la persona correcta. He leído sobre tu perfil en yahoo y en lo referente a tus preferencias aparece una vieja declaración de amor: joaking ama a marion. Es mí deber contraponer la mía: marion nunca dejó de amar a joaking. En ese mismo perfil, esto es pasmoso, sugieres visitar la página web www.marionmyendlesslove.com y allá fui, pero desdichadamente ésta se encuentra suspendida desde el año 2000. Pero no tengo dudas que me estoy dirigiendo a la persona que llenó mi vida a pesar de las crueles circunstancias que nos separaron. Me muero por ahondar en el tema pero podré hacerlo cuando yo tenga tu confirmación, así que te ruego mi joaking que en el Asunto del mensaje escribas nuestra clave para morirme de felicidad de verte en mi lista de recibidos. Te amo como hace mil años. Si por otra ingrata jugada de la vida esto es solo coincidencia y el destinatario tiene un amor también llamada marion y que a su vez ella lo llama joaking, entonces espero que ellos no vivan la desgracia que tocó a mi vida y a mi joaking y tampoco se moleste en responder este mensaje. Gracias.
marion ama a joaking
Durante treinta años oteé el planeta invocando la clave que me revelara su existencia, porque nunca dudé de su entereza y compromiso con nuestro amor, que trepó, afanoso, montañas de vicisitudes y se sentía cómodo nadando contra la adversidad
Después de recobrar mi libertad, dediqué dos años a sufrir hambre, como siempre, y a buscarte como nunca. Fui a la calle Pyrmontstraat de la dulce Haarlem donde seguía de pie la pequeña casa de la pequeña sala. Nadie, en los alrededores, recordaba o fingían no recordarte, o a algún miembro de tu familia. Abandoné Haarlem. Como pude y burlando los controles inmigratorios, ingresé a Granada y allí tu tía me entregó el rosario, hecho por las cartujas, con pétalos de rosas. Nunca desentrañé ese gesto católico, religioso, tan ajeno a ti, como el de este exquisito rosario. Vengo de una familia católica pero si hay una iglesia traidora de sus creyentes, esa es la iglesia católica. En España fue implacable punta de lanza y columna del franquismo, colaboracionista en el exterminio de muchos patriotas de ese noble pueblo. Yo aún conservo ese rosario y el rosario no ha perdido su aroma. Es el ábaco para contabilizar mi recurrente pasión de rezar tu nombre, impregnado de rosas.
Muy vieja ya, tu tía muy seria, como siempre, me exigió que no te buscara más. Te habías casado con uno de la tribu de Israel. De la misma tribu provienes tú. Moisés es uno de los que había aprobado, con suficiencia, todas las usanzas del nuevo judaísmo de uña en el rabo: estoicismo y fiereza en los kibutz y envejeciendo sin sobresalto, me imagino, con sus tres mansiones en Tregunter Road. Yo lo conocí en aquellos deliciosos días de mis penurias en Londres, y en algún momento fue mi benefactor. Gracias Moisés... fue bueno conmigo porque él también te amaba. En una de las casas de su padre, del fornido Moisés, tan enamorado de ti como yo, me cedió un pequeño apartamento, de los que están por debajo del nivel de la calle, en el basement. Y la fiesta que montaban mis sentidos en complicidad con las hormonas, esperando ansioso tu llegada, anunciada por tu voz al teléfono, en tono proclamatorio: “Urgente! Urgente!, Mujer mutante, hoy serpiente en celo, solicita cueva o subterráneo para reptar. Preferiblemente en el área de Tregunter Road”.
Marion mía, seguro sientes como yo, en este momento, una poderosa tendencia al auto-engaño; pretender ignorar que la frontera, de eso que alguna prensa de sucesos, odiosamente llama sexagenario, la estamos cruzando y yo, por mi parte, prefiero morirme contigo o simplemente morirme y no que subamos al barco de García Márquez, donde una pareja de ancianos, víctimas de la pasión postergada, cruzan el río Magdalena de un extremo al otro, y viceversa, en un ejercicio de Sísifo acuático, que una alquimia de amor moroso transmuta, las rocas en oleajes
Date: Mon, 13 Jun 2003 09:31:45 -0500 (CDT)
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Subject: MARION AMA A JOAKING
To: “Joaquin López”.xxxxx@yahoo.com
Mi amor Joaking, leyendo tu email confirmé la existencia de los lazos invisibles de Gramsci porque aunque no lo dices abiertamente es obvia tu negación a unirnos otra vez en esta vida pero ambos estamos convencido de continuar de alguna manera juntos hasta la consumación definitiva de alcanzar una dimensión ajena a la vida terrenal. Tú y yo muchas veces nos asomamos por la ventana de los sentidos a esa otra dimensión. Recuerda como intuíamos al abismo, al sheol hebreo, transportados por la locura de nuestras hormonas juveniles y catapultábamos el placer hasta el infinito, imponiéndonos mutuas y simultáneas asfixias mecánicas, convirtiendo nuestras copulaciones en dulcísimas agonías. En muchas ocasiones, en nuestro tiempo de amar, improvisamos hermosas ceremonias con sus ritos de amor y sangre y perseguíamos diestros, con agujas chinas, enfurecer la pasión en nuestros cuerpos, como las banderillas en la carne del toro. Nuestros orgasmos, algunos veranos, fueron como tardes de toros, porque nuestra plaza se bañaba de sol y sangre. Percibo en tus palabras que tus captores, aún cuando destruyeron parte de nuestras vidas, no pudieron reducir tu espíritu combativo. En tanto que muchos de aquellos que solo han recibido premios y honores, rápidos han doblado sus rodillas para besar las botas de los títeres del imperio. De todas maneras mi amor yo te llevo en mi vida desde siempre pero no quiero que me veas o que me oigas y de alguna manera vernos vivos otra vez es imposible. Tampoco yo recobraría la felicidad perdida abordando el vapor de García Márquez. Tú me hablas de un barco y en un barco transcurro mis últimos días para que veas como atan los lazos invisibles. No sé muy bien dónde estoy, sé que esto es un barco más grande que Haarlem, a propósito me has hecho llorar más de lo normal con el mapa de Haarlem con toda sus callecitas nítidas; ya lo reproduje y a nuestra calle con tinta roja le agregué nuestras iniciales y lo llevo en mi pecho mutilado. Te decía que es tan grande este buque como Haarlem, llamado Norwegian Star, en medio del Océano Pacífico con toda la tecnología imaginable de hoy, mientras yo, como una loca silenciosa, bañada en lágrimas, intento decírtelo todo. Debo morir por no poder verte u oírte. A propósito de muerte, aquí te reproduje algo de Kipling, que supongo, sigues detestando pero fue, te repito, un escritor superior: “El alma humana es una cosa muy solitaria, y cuando ya está disponiéndose para la marcha, se oculta en una región fronteriza, brumosa a la que no puedan seguirla los vivos”. Mi alma comenzó a ocultarse, pero no para ti. Te ruego mi amor, vuelvas a leer Victoria de Knut Hansum y cuando releas la carta de Victoria te juro que escucharás mi voz. Te ama tu Marion. Cuéntame de todo... ¿regresaste alguna vez a Londres? Muchas de nuestras locuras, lamento no verlas revividas. Todo es tan previsible y exacto ahora que me aterroriza. Estamos robotizados. La primera vez que utilicé uno de los ascensores de este barco, no pude evitar un escalofrío: su voz electrónica nos va pronosticando, no solo cual nivel es su próxima parada, sino también, si ésta se efectuará para dejar o recoger a los pasajeros, o ambas cosas. Imagínatelo, mi amor, cuando ingresamos a este barco, para iniciar el crucero, todos, somos más de tres mil personas abordo, fuimos, uno a uno, fotografiados por una cámara digital que nos dotó de una tarjeta-llave para hacer fácil nuestro ingreso a todas las áreas, seguridad y comunes, de manera expedita. Así mismo, nos han advertido que cuando lleguemos a un puerto, nuestro desembarco y embarque estará libre de las incomodidades de la revisión de identidad. Nuestra cara será reconocida por los puntos de control electrónicos. Cuando me sometía a este rito tecnológico, siempre recordándote, me preguntaba que se te hubiese ocurrido para burlarlos. Perdóname esta intermisión, pero no quiero despedirme todavía, lo que más quiero es quedarme contigo y para muestra, te regalo el mapa donde yo, sin remedio, me hice adicta a ti. Tuya siempre porque yo siempre te he amado, Marion
Sin esperanzas de reunirnos otra vez, regresé a Venezuela y reasumí el control de mi vida. Avasallé, furiosamente, mis sentimientos más inconsistentes y, al primer canto del gallo, negué tres veces el nombre del amor. Incursioné los territorios de la pasión tarifada, esquivando con suerte, las muchas ocasiones en que, irresoluto, sentí mi corazón precipitarse a un naufragio inminente en las turbulentas aguas de alguna exaltación inédita. Pero el amor que tu sembraste en mi carne, regaste con tu sangre y nuestras almas consagró desde el más primitivo de los goces hasta la más extenuante serenidad de los místicos, ese amor, Marion, se irguió inalterable, impertérrito y victorioso contra el acoso de las más feroces potestades destructoras de la felicidad
Era el verano de 1973 y vivíamos pendientes de los acontecimientos políticos en el mundo... ¿Coincidencia o tus cábalas? Tú primer mensaje lo recibí este 11 de junio del 2003, treinta años exactos del 11 de junio de 1973: la fecha que Franco proclamó jefe de gobierno a aquel Carrero Blanco, cuyo cuerpo volaría como un petardo el 20 de diciembre de ese mismo año. La euforia, ese día, de nuestros camaradas españoles duró muy poco, porque en la confusión de las primeras noticias, ellos habían entendido que era el mismo generalísimo Franco, la víctima del atentado. Pronto se convencieron, nuestros camaradas peninsulares, lo difícil que es acabar con la mierda. Sacaste de nuestra cueva a todos esos bravos españoles, flagelados por el viento de diciembre, como látigo de hielo, y en una peregrinación memorable, nos juntaste a todos, españoles y sudacas, en el British Council y allí nos regalaste la más bella jornada y primera rumba flamenca de todos los tiempos. Fue una noche memorable, mi ego se encontraba bailando con las estrellas: me reclamaste, encendida, mi interés en explicarle a Marjorie J… la diferencia del español que hablamos con el de los peninsulares. Sin embargo, ese diciembre nuestra alegría tenía una irremediable herida sangrante en el ala izquierda: ese mismo año, septiembre 11, once de la cábala golpista, traidora e infame, ahogó en sangre y fuego al pueblo chileno y asesinó al presidente Allende. La orden de Nixon fue muy precisa: ese gobierno es contrario a nuestros intereses. Apretaremos hasta que chillen. Maldita hora en la historia de los pueblos pobres. Para rematar, la dirección de nuestro lugar de reunión, con la diáspora universal, en Londres era: 11 Portland Place. La recurrencia del 11 no debe ser pura coincidencia. El 11 de abril del 2002, la derecha reaccionaria venezolana, animada por USA, perpetró un cobarde golpe contra el gobierno de Chávez. Afortunadamente, el pueblo de Venezuela los derrotó limpiamente el mismo día, pero jugar limpio contra los enemigos de los pueblos y de la libertad. puede resultar en un esfuerzo inútil. La derecha golpista no ha cesado en su empeño criminal, así que la movilización popular en Venezuela, debe ser creciente y permanente.
Hubo otro 11 que nunca olvidaré: noviembre 11 de 1972. Tú y yo, en Haarlem, pendientes de las noticias de USA: Nixon barría el piso con sus oponentes en las elecciones presidenciales. Ganó la reelección con más del sesenta por ciento y un sentimiento de claustro y derrota nos arropó. El fantasma de Kissinger recorría a Europa. Fue un sentimiento pasajero porque acercaste mucho tu boca para proponerme convertir esas derrotas políticas en nuestras delicias privadas. Nuestros días en el planeta, me lo recordaste, otra vez, con un susurro, están contados y no existe poder en el mundo que nos impida experimentar este gozo, mientras vivamos y estemos juntos.
Abandonados, como nos encontrábamos, por el resto de la humanidad, despojándonos, el uno al otro, de los trapos, sin interrumpir nuestro contacto físico, inauguramos nuevos ritos, enriquecedores de una ceremonia interminable, atajada obsesivamente en el recorrido, muy suave y lentísimo, conectados sin esfuerzo, pero sin ánimo de explorar como en otras ocasiones, solamente pasear nuestra piel en la piel del otro. Tocarnos y sentirnos, fue la clave. Ora ciego, para concentrarnos, ora viéndonos, fijamente, para constatar que no es un sueño. Fue, más danza que rito…o más ceremonia. Primero, el empalme a cuatro manos, sereno contacto visual. Palmas con palmas en una conexión total, gozando los cambios de nuestras temperaturas. Las yemas de nuestros dedos, reconociéndose entre ellos con lúbrica dulzura. Ahora cerrábamos los ojos, evitando el resplandor de un sol misterioso, y designamos esa tarde, a estos pezones de nuestros dedos, navegando inteligentemente por todos los caminos de nuestra transpirante dermisgrafía, vanguardia de un reconocimiento al territorio sensorial. Sin habérnoslos propuesto, habíamos creado nuestro propio tai chi. La belleza y profundidad de esta experiencia marcó nuestras vidas.
Cuando, contra Job, se ensañan todas las desgracias y las potestades divinas lo hieren, él se pregunta ¿por qué a mí? Sin embargo, cuando es la dicha, la felicidad, Salomón gozoso ¿por qué no nos preguntamos lo mismo? ¿Por qué Salomón no se pregunta sobre su privilegiada, feliz existencia? El mismo Job, antes de ser arrollado por la adversidad, viviendo en la abundancia y la celebración, nunca se lo preguntó. La bienaventuranza la asumimos como algo merecido, justo y natural. Sin embargo, aquella tarde de Haarlem, sí me hice la enigmática pregunta, ¿por qué a mí? ¿Qué había hecho yo para merecer la desproporcionada felicidad vivida con Marion?
Después de aquel hartazgo de los sentidos, nuestra gratitud liberó un río de lágrimas consagratorias, bautizando nuestras más recientes alegrías. Marion irrumpió, ceremoniosa e irresistible, con un acto de solemne eucaristía: de un pequeño frasco, puso en la palma de mi mano derecha, dos gotas de aquel oscuro líquido y lo mismo hizo en la suya. Amorosamente, me conminó: Ahora probemos la hiel, para que nos advierta del límite y la transitoriedad de lo que, hoy, nos parece infinito.
Date: Wed, 15 Jun 2003 09:30:25 -0500 (CDT)
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Subject: mi amor
To: “Joaquin López”.xxxxx@yahoo.com
Joaking, qué extraña sensación de intemporalidad es ésta que me embarga por el simple conocimiento de que tú estás esperando para leer mis mensajes. Saber que tú estás vivo y a la vez, consciente de mi propia existencia. El tiempo se ha detenido para mí y se detuvo cuando leí tu primer email. Ahora si estoy segura que no veré el próximo puerto y lo sé, no porque yo sea la hechicera, yo soy la hechizada, sino porque antes de iniciar este crucero lo hice con la convicción de que sería el último, tan deteriorada está mi salud, pero además presentía que yo no emprendería mi escape sin tu consentimiento. Yo no olvidé, mi amor, tu desprecio por el clero español pero quería dejarte algo que colmara tu debilidad por los ritos y además te recordara mi existencia. Pero sobretodo, yo nunca olvidé que juntos nos topamos con aquella pareja venezolana, Luis y Carmen, y ella nos mostró su rosario de pétalos de rosa y tu quedaste fascinado por el aroma que desprendían aquellas diminutas piedras rosadas, ensartadas en un hilo de plata. Yo conozco tu gusto voluptuoso por los ritos, pues, en las calles de Ámsterdam, mirabas absorto, buscando desentrañar el gozo de aquellos árabes con las cuentas de piedras paseándolas entre sus dedos. Y tú siempre, concluías diciendo, en la fe y en el amor, el perdón ó la conciliación, se obtiene a través del rito. Sé que en estos momentos, ya he visto tu recurrente invocación a la muerte, quieres iniciar un rito para nuestras muertes pero, y esto debes prometérmelo, que tu muerte sea un tránsito sereno y espontáneo y por nada de nuestro amor quiero que lo adelantes solo para igualarme. No voy a enumerarte las enfermedades que me aquejan, pero si debo decirte que una sola de mis dolencias es suficiente para considerarme una enferma en su fase terminal. Si los médicos que me han tratado tienen la oportunidad de ver todo cuanto te he escrito y la pasión que he puesto en el teclado para hacerlo, entonces se convencerán de lo que es capaz de hacer el amor. Te ama tu Marion
José Lagardera
Santa Ana de Coro
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