El polvo teñido de tu forma de amar no alcanza a hacerme sobre los cristales esparcidos de mi roto y dolorido corazón rodar, no basta con tus insultos sobre mi soberbia y la insignificancia que mi sombra te viene significando ahora.

Ya no intento arrebatarte un soplo de amor, aún me sobra mucho propio como para derrumbarme si tras tu cuerpo de mujer se esconde un corazón de niña con piel de cordero y fauces de león.

No podrás hacerme desistir de mi plan de vida, y aunque he dado todo cuanto para tí pude haber sido, cuando curen solas las heridas que tu misma provoques, derramarás enloquecida por escupir mi nombre sin la posibilidad de que me quede contigo.

Tu lengua de fuego venenoso contaminó las heridas que el tiempo ayudo a cerrar y mi orgullo ayudará de nuevo a cicatrizar, sin el humo de tus pulmones que haga enrojecer mis cansados ojos secos de intentar llorarte.

Aún no me has derribado y hace falta mucho más que eso que intentaste hacer por destrozarme, porque estando tan miserablemente sola y dañada, oscureces cuanto tocas, pero a tiempo me alejé de tu nocivo contacto.

Muere sin un amor que como el mío intente rescatarte del olvido y la superflua conversación, porque llenaste mi sonrisa de un modo de hablar rastrero tan tuyo como quise ser equivocadamente un día, y gracias a tí aprendí que nunca valiste siquiera la pena.