Despertar a tu lado una vez más. Suspiro, cuento hasta diez y, dependiendo de la ocasión, rezo un poco antes de comenzar. Mirar tu rostro maquiavélico a través del espejo. Comienza la eterna rutina. Cada vez siento la casa más chica. Cuando el amor se acaba, el título de alguna canción. Para mí, la primera frase de cada reflexión. Los niños dejaron de serlo, así como útiles mis pretextos. Años sin tocar tu cuerpo. Años sin proteger a tus labios con mis besos. Bodas de plata. Amigos, familiares y conocidos armando el festín por tan digna fecha patria. El grisáceo de tus cabellos se mezcla con la oscuridad de mis sueños. Volar, correr, escapar. Con tantas arrugas, mugre, frustraciones y desgracias añejadas ¿Para dónde? ¿Cuál será el lugar? Y aquella vieja monotemática, de mi brazo, a mi lado, siempre al tanto de mis movimientos, de mis pasos, de mis pensamientos ¿Hasta cuándo?
Bodas de plata y yo deseando un infarto. Una muerte serena, apacible, rápida. Sobre todo rápida. Que me alcance aquella huraña compañera, que me permita un poco de libertad. Tómate un viagra, para celebrar. Bonita ocurrencia la de esta doña ¿Recuerdas cuando nos presentó Ricardo? Quedé boquiabierta con tus brazos fornidos, con tus ojos acaramelados, con tu sonrisa a medio terminar. Maldita vieja que no me deja descansar. Y me acaricia tímidamente. Romper el hielo, para variar. Bodas de plata y comienzan las llamadas de aquellos que dejaron de ser niños hace tanto tiempo ¡Felicidades papá! Día festivo, fecha patria, efeméride nacional. Gran vaina. Tanta alharaca. Aclamar la piel carcomida, el cuerpo oxidado, la eterna rutina. El espejo incapaz de mentir. Mis años que gritan, que están cansados de luchar. Adiós a la resistencia. Adiós a la paciencia. Adiós a la seguridad ¿Qué quieres de regalo papá? Que me alcance la muerte, nada más. |